LA BANALIZACION DE SIMBOLOS
Se habla hasta la saciedad de la banalización del arte y la cultura, del triunfo del sensacionalismo amarillo y de políticos encadenados a crónicas de sucesos y tribunales. El espectáculo y lo espectacular nos invade sin apenas tiempo para la reflexión. La ausencia de deliberación programática en lo político, y el mensaje mediático circunscrito a 59 segundos, tiende a adelgazar el pensamiento crítico de los ciudadanos dejando que las emociones conformen la opinión y ésta -estamos en democracia- el voto. Para algunos partidos la reflexión del personal bajo mínimos es el preámbulo de su éxito electoral. Desgraciadamente el “banaliza y vencerás” va imponiéndose en nuestra sociedad, lo banal se apodera de casi todo. Incluso los símbolos son susceptibles de convertirse en mercancías de mercadillo sin que nada ni nadie objete al respecto.
Ya se sabe, los símbolos tienen algo de religión. Se cree en ellos o no se cree; emocionan o dejan indiferente; exaltan y generan confianza o infunden temor. Los símbolos y las liturgias andan emparentadas con los resortes de las emociones. Hay quien está dispuesto a morir o matar por una bandera; hay quien las considera un simple pedazo de trapo fabricado para engatusar y movilizar multitudes.
La vida en democracia exige respeto recíproco entre los que creen en los poderes sobrenaturales, taumatúrgicos, de los símbolos y los que no. No es acertado ofender creencias pero tampoco demonizar al incrédulo que osa decir lo que le dicta el subconsciente.
Considero que durante estos últimos días se han banalizado palabras como nazismo, holocausto, banderas y similares convirtiendo, todo ello, en un escena de circo en la que al lanzador de cuchillos le tiembla el pulso. Hasta el Cobi ha salido contusionado. Quizás ha llegado el momento de acabar con la esgrima dialéctica al respecto.
A propósito, ya que hablamos de la banalización de los símbolos y del sentido de las palabras, leo, no sin cierto asombro, que un grupo de emprendedores – en plena crisis este tipo de gentes son dignos de encomio- se ha lanzado a fabricar, comercializar y vender bambas, alpargatas, sombreros, bolsos, albornoces, zapatillas, botas de deporte, etc. con ‘estelades’ e ‘ikurriñas’. Dicen que por ahí ya se vende ropa íntima y gadgets con esa simbología…
¿Estamos ante una banalización de un símbolo por sobrexposición?
Me pregunto cómo deben percibir este mercadeo –legitimo- las personas que se identifican emocionalmente con símbolos cargados de significado. No olvidemos, por ejemplo, que la banalización secularizó la Semana Santa y la convirtió en descanso vacacional… Aviso, pues, para navegantes.
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