El blog d'en Joan Ferran

26.8.17

CUANDO TODO SE TRANQUILICE ...HABLAREMOS DE SEGURIDAD






SRA. COLAU, BOLARDOS QUE NO BOYARDOS 



 No tema señor Pisarello. Los bolardos no son estatuas ecuestres de dictador. Nadie se va a quejar si los sitúa con gracia, mesura y racionalidad. Tampoco son boyardos llegados del este, nobles terratenientes de barbas hirsutas, dispuestos a conjurarse. Eso es cosa de historia y cine y me consta que, en el consistorio barcelonés, los chicos y chicas de la CUP conocen la diferencia que hay entre la nobleza eslava y el mobiliario urbano.
 No se preocupe por la estética, señora Colau, de bolardos los hay de mil tipos y materiales. Los hay decorativos. Los hay rígidos, de hierro, cemento e incluso de plástico duro. Los hay recubiertos de maleza, arbolitos o pensamientos violeta. Los hay que son bellas y pesadas jardineras de acero, con el escudo de la ciudad, rebosantes de flores y plantas aromáticas. Los he visto en muchas calles y plazas para goce del vecindario. Si tanto me apuran, les diré también, que los hay que brotan del suelo, de la profundidad del asfalto, recubiertos de lucecitas intermitentes y acompañamiento acústico. ¿Acaso no han paseado ustedes por la calle Ferrán esquina Ramblas, o Canuda? No nos vengan ahora con excusas técnicas (método Turull) ni competenciales (método Colau). No nos confundan con el viejo debate competencial ni con discursos de urbanistas a la moda. Un montón de ciudades europeas han optado ya por este método preventivo al que, indiscutiblemente, habrá que completar con múltiples medidas de otro tipo. Expertos en seguridad nos dicen que la instalación de elementos fijos contra las nuevas modalidades de terrorismo suicida es vital. El caso de Cambrils lo ha demostrado en la práctica por mucho que, incomprensiblemente, el conseller de Interior se esfuerce en negarlo. Señora Colau y señores Forn y Turull, ya sé que les molestó que el Ministerio de Interior español les sugiriera la ubicación de bolardos o pilonas en las ciudades de nuestro país. Lo sé, llevamos demasiados años de rifirrafe institucional como para pretender pacificar el patio en un par de días. Pero, aún siendo así la cosa, no actúen como niños mal criados encerrándose en sí mismos; hagan caso ustedes a los expertos en seguridad, sindicatos de policía, comerciantes y ciudadanos que meditan los temas sin contenciosos pendientes… 
Pedir bolardos en nuestras ciudades no es fruto de una conjura de boyardos, revolucionarios de salón, periodistas quisquillosos, ni de gentes de mal vivir, es simplemente una sugerencia hija del sentido común. Porque seamos sinceros, a día de hoy, tras el drama del 17 de agosto, convendrán conmigo que si algo ha fallado en Cataluña ha sido la prevención.