LOS ARREPENTIDOS DEL ‘PROCÉS’
Una frase proverbial, atribuida a San Francisco de Sales, nos cuenta que el camino del infierno está empedrado de buenas intenciones. Y parece cierto. Muchos de aquellos que alentaban y jaleaban las primaveras árabes de Túnez, Egipto o Siria, hoy -a la vista del drama humano que han generado- quisieran, arrepentidos, volver atrás y hacerse perdonar la gratuidad y la ligereza de algunos análisis y afirmaciones.
Y es que, amigos, alguien definió el arrepentimiento como un profundo deseo de regresar al pasado para cambiar una actitud, o una experiencia, que surgió como fruto de una elección no acorde con determinadas creencias o valores. Salvando distancias se perciben, en el cosmos procesista, deseos de regresar al punto de partida para iniciar otro camino. Sí, tras el esperpento de las declaraciones del ex juez Santi Vidal, tras la estupidez que destila Empar Moliner, tras la purga de disidentes que ha facilitado el paso al puente de mando a una peña de talibanes irredentos, etc. etc… Algunos han renegado ya de su culto acrítico al ‘procés’. Se ha llegado tan lejos en la violencia verbal proferida por algunos dirigentes del govern, y de la CUP, que el goteo de arrepentidos y herejes amenaza con convertirse en lluvia.
Muchos procesistas de primera época, cargados de buenas intenciones, viven incómodos el día a día de la política catalana. Temen por la cohesión social del país, desconfían de las acrobacias sin red de un ejecutivo tutelado por radicales capaz de laminar, en su provecho, la democracia parlamentaria cargándose reglamentos y normas.
Son tantos los despropósitos que muchas personas se arrepienten de su antiguo rol como compañeros de viaje del ‘procés’, creen que camina hacia el absurdo.. El merchandising indepe, los mecheritos con la estelada o la camiseta para los niños, quedan muy monos para petarla con los amigos el 11 de septiembre, pero asustar turistas o encabronar a la guardia civil, eso ya es harina de otro costal. Eso no lo edulcora ni tv3.
La ciudadanía inteligente percibe cuándo un político juega de farol, cuándo dice la verdad y cuándo finge. Carles Puigdemont ha comunicado al mundo mundial que está dispuesto a desmelenarse bailando el rock de la cárcel jugando a ser un héroe. Se equivoca disfrazándose de mártir. Genera un doble fenómeno. A saber: A los procesistas sensatos no les gustan esas bravuconadas que se sabe como comienzan pero no como acaban. Mientras ello acontece, otros van llegando a la conclusión de que el Presidente de la Generalitat -a pesar de lo que apunta- sabe que en este país el estado de derecho funciona y que no le van a dar el gustazo de pisar Soto del Real. Allá ya van servidos con el primogénito de los Pujol.
Entre la ciudadanía sensata hay un deseo profundo de volver a la casilla de salida y hacer, de una puñetera vez, las cosas bien. Entre los arrepentidos del ‘procés’ cargados de buenas intenciones también. Manos a la obra pues, abandonemos el camino del infierno.
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