MAMBRÚ PUIGDEMONT SE FUE A LA GUERRA
Y ahora el ejército catalán! Algunos tertulianos, comentando la manifestación del 26 de agosto, justificaban los insultos a la Corona y al gobierno español por su complicidad manifiesta con el régimen saudí, la venta de armas y las intervenciones en Oriente Medio. Poca pasión antimilitarista – y si otras cosas- había entre las huestes subvencionadas que montaron el escrache a la cabecera de las autoridades y desvirtuaron el objetivo de la convocatoria . Penoso, pero ya saben ustedes que poderoso caballero es don dinero. Quizás por eso para despistar, temeroso de perder apoyos en la industria catalana de complementos militares, el president Puigdemont se ha sacado de la chistera – ¡tachin!- la creación de un ejército catalán. Eso sí, ha vendido que éste va a ser moderno y especializado en la lucha antiterrorista. Conviene apaciguar los ánimos de los poderosos, no vaya a ser que este sector de la producción armamentista tan “nostre” y floreciente se vea afectado por los gritos de cuatro pacifistas desabridos e indocumentados. Nada mejor que aprovechar la ocasión para introducir, en el circuito de los disparates soñados, la creación de unas fuerzas armadas genuinamente catalanas. Desde su burbuja Puigdemont piensa, además, que nadie va a osar discutir un posicionamiento militar tan patriótico como el suyo. Hay precedentes históricos de indudable valor. Nuestro entrañable ‘Avi’, el president Francesc Macià, ya lo creó para la reconquista de Cataluña desde Prats de Molló en los años veinte. Si el ‘Avi’ lo logró ¿Quien duda que no lo puedan intentar Cocomocho y sus secuaces? Atrás quedan aquellos sesudos catalanistas de la vieja hornada que soñaron en su día con un país sin uniformados. Islandia, Costa Rica y demás duermen, como modelo, en el baúl de los recuerdos de la inolvidable Karina.
Pero ¡Ah! La precipitación ha jugado una mala pasada a Puigdemont. El president se ha lanzado a la piscina sin tener en cuenta la opinión de la CUP al respecto y, tal como están las cosas, eso era im-pres-cin-di-ble. Falto de prevención, falto de análisis y sin permiso de la Gabriel Carles Puigdemont ha obviado que, en el tutti frutti cupaire, habitan dos almas antagónicas e irreconciliables respecto a la idea de ejército. Ambas están prestas a aflorar y contradecirse a muerte antes del histórico y anhelado 1-O. A saber: por un lado, el alma anarquista del sector que se considera antiautoritario y libertario. Ese sector va a esgrimir el pensamiento, por ejemplo, de un Fermín Salvoechea cuando predicaba que “el ejército dispara en defensa de intereses bastardos, que son los intereses de los ricos, de los hartos, de los que nada producen y todo lo disfrutan”. En el otro vértice cupaire nos encontramos con el alma neoleninista, del sector troskista rourista, que aboga por la creación de un ejército rojo catalán como herramienta imprescindible para aplastar la reacción capitalista (incluyen al PDeCAT) y también, de paso, a sus compañeros libertarios emulando a Kronstadt. Ni que decir tiene que Puigdemont simpatiza más con esta última opción.
Pues ya ven señores. No sé si Puigdemont ha pensado en las consecuencias y contradicciones que genera su genial idea. Ni Turull sabe si la CUP les va a permitir o no esa licencia, o bien se verán obligados a mover otras ficha del tablero comunicativo menos conflictiva para distraer al personal. Lo cierto es que ni los partidos serios, ni Rajoy, ni la Unión Europea han dicho nada en contra del futuro ejército catalán. Incluso Maduro guarda silencio. ¿Por qué será? ¿Acaso no ponderan suficientemente el peso geoestratégico de una Cataluña armada? Puigdemont se fue a la guerra, que dolor, que dolor, que pena… y el mundo lo ignoró.
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