EDUARD, EL OTRO PUJOL
Este Pujol no es el del 3%. Tampoco el de la familia unida que reza y se beneficia unida. Éste es otro Pujol, de nombre de pila Eduard y número ocho en la lista que presentó Carles Puigdemont en las últimas elecciones catalanas. Es uno de los pocos apóstoles de obediencia belga que, de momento, no tiene cuentas pendientes con la justicia. Ergo, susceptible de ser aupado, de rebote, a la presidencia de la Generalitat si la operación Elsa no funciona. ¡Ojo! No lo confundan con el propietario de Cunifonts SL, el cunicultor Eduard Pujol, que regenta la explotación con mayor número de mamás conejo de toda Cataluña, más de diez mil. No, el que nos ocupa ha ejercido de periodista-propagandista hasta que Puigdemont llamó a su puerta; hoy, como portavoz parlamentario de JxCat, comparte ruedas de prensa, lacito amarillo y viajes a Flandes con Artadi. Omnipresente en TV3 y CatRadio. ¡Faltaría más!
Eduard Pujol Bonell tiene su puntito hilarante, no se lo pierdan. Este diputado novel sostiene, indignado, que le sigue a todas partes un misterioso hombre en patinete. No sabemos si el vehículo en cuestión es eléctrico o va a pedal, tampoco si el espía es Mortadelo o Filemón. Afirma que es hijo del 1 de octubre, que se metió en política a trompazos y como reacción a las cargas policiales de los alojados en el Piolín. Quizás la cosa tenga su guasa, no lo discuto, pero todo el mundo intuye que su hilo argumental nacionalista no es de novicio si no que viene de lejos. Todos sabemos que el cosmos secesionista lleva tiempo colocando agentes, escribas y siervos allá donde le conviene, sobre todo en medios de comunicación generosamente subvencionados. Trabajaba Eduard como jefe supremo en RAC1 hasta ‘la llamada de la patria’… Locuaz y vehemente, el nuevo Pujol, explica que Felipe VI es el rey del 155, que el estado español es autoritario y mil cosas más. Paladín del ‘legitimismo’ carlista propone investir a cualquier precio al ex presidente prófugo, despotrica de Esquerra y no se fía ni de Dios ni de Comín. Preguntado amablemente, por Mónica Terribas, acerca de un as en la manga de cara a la investidura, suelta: ‘No hay un plan A, ni un plan B, ni un plan C, el plan es Puigdemont’… Con esa contundencia, y otras más, Eduard Pujol Bonell hace gala del fundamentalismo político de los recién llegados a la vera del césar huido. Observen el contraste de este individuo enfurruñado con el relativismo, práctico y honesto, de veteranos como Joan Tardà. Se adivina que el osito republicano de la Carrera de San Jerónimo leyó a Salvador Espriu. Eduard Pujol, en cambio, recita la Oda al Dos de Mayo de Bernardo López García.
Amigos, a esta Cataluña que se fractura y pena, no le conviene negociadores ni voceros como este hombre de barba cana e hirsuta; tampoco una corte de palmeros y aduladores expertos en echar leña al fuego. Para salir del embrollo es menester flexibilidad, capacidad de seducción, verbo envolvente y mirada confiada. ¿Tienen los Pujol, Turull, Artadi y demás estos atributos glamurosos? La respuesta es NO.
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