El blog d'en Joan Ferran

21.10.18

CUIDADO CON LAS PALABRAS






¿ADA COLAU FASCISTA?


 La palabra fascista, y por extensión antifascista, se ha convertido en un comodín. Y ya se sabe, cuando a una palabreja se le adjudican múltiples significados termina la cosa por significar poco, o nada. Saco esto a colación porque me ha llamado la atención una obscena pintada en los muros de la basílica de Santa María del Mar. Sobre las viejas paredes de esa joya arquitectónica alguien ha escrito, con trazo grueso y en negro, ‘Colau fascista’. Malas lenguas interesadas dicen que los inspiradores de ese atentado al patrimonio cultural de la ciudad son los restauradores. No lo creo. La gente del gremio en cuestión posee suficiente sentido cívico para no caer en ese tipo de lemas. Otra cosa bien distinta es que hayan iniciado una revuelta, por el tema de las terrazas, contra la política del consistorio. Acusar a la alcaldesa y a su concejal, Gala Pin, de mentir y romper un pacto es legítimo. No voy a discutir eso, pero tachar a la edil de fascista me parece un despropósito y una ofensa que no se merece. Ada Colau no es una fascista; como tampoco lo son el Estado Español, los ciudadanos que defienden la Constitución, los partidos no independentistas, las policías democráticas, los críticos con el procés, y los versos libres que no comulgan con TV3. A Colau la podrán llamar -con educación- lo que quieran menos fascista. Critiquen su gestión si lo desean, pero no jueguen a vaciar de significado las palabras ni a banalizar sus contenidos. Apostemos por el rigor. 

El fascismo fue un movimiento político de masas originario de Italia, liderado por Benito Mussolini, con una determinada historia particular al igual que el nazismo, el franquismo, el salazarismo y mil movimientos más de corte autoritario o reaccionario. Cada una de esas ideologías fue singular a pesar de coincidencias y similitudes. A los buenos historiadores no les gusta meter todos esos fenómenos sociales, pensadores y liturgias en el mismo saco. Últimamente proliferan en Cataluña llamamientos a movilizaciones ‘antifascistas’ contra eventos no homologables dentro del canon independentista. Esas actividades ciudadanas son tan democráticas como las que más. La utilización del término fascista sin criterio, además de injusto, es ofensivo. Y es que, amigos, quizás uno de los síntomas precursores de un nuevo totalitarismo sea tildar de fascista al diferente, al adversario o al discrepante. El historiador Núñez Seixas recoge en uno de sus trabajos de investigación una reflexión, del sociólogo portugués experto en salazarismo Costa Pinto, donde nos dice que “el nacionalismo es uno de los ‘ismos’ en que más autores están de acuerdo en considerar como uno de los elementos centrales del sistema de ideas asociado al fascismo”. Pues eso, por favor, no usen el nombre del fascismo en vano. Menos frivolidades e insultos gratuitos y más vocabulario.