Y ya lo ven, no lo he podido evitar. Informado de que Ernest abandona el Govern Torra, dispuesto a conquistar la alcaldía de Barcelona, me vino a la mente la tonadilla de ‘Se va el caimán’. ¡Qué cosas tiene el subconsciente! Quizás me haya dejado llevar por el Diccionario Latinoamericano de la Lengua Española cuando sostiene que, en Venezuela, un caimán es una persona con intenciones dudosas o de escasa calidad. O, en Nicaragua, que se cataloga como ‘caimán’ a los personajes que miente mucho o que viven de fantasías. Sea como fuere, el anuncio de nuevo destino-misión de Ernest, me trajo a la mente la historia hecha música del voyeur de Barranquilla. Y es que amigos, cuando Ernest -alias ‘el Tete’- toma del frasco del brujo caribeño, se transforma en un cascarrabias y salta la noticia. Ejemplos los hay en exceso. Valga como prueba inicial repasar su discurso, supuestamente institucional, desde la Mesa de Edad del Parlament. Nunca nadie antes, a inicios de una legislatura, había empleado un tono tan desafiante, desabrido, agresivo y desbocado como él. Si la memoria no me falla, en tiempos del Tripartito, también fue Ernest quien torpedeó a Montilla al afirmar que el gobierno era un ‘artefacto inestable’. Todo el mundo entendió aquello como una bofetada a IC y también a los antecesores de sus actuales padrinos de ERC .
El caimán fantasioso, si seguimos la definición nicaragüense, presentó en sociedad un partidillo efímero que osó llamarse Nova Esquerra Catalana. Luego vino el periplo europeo para recalar finalmente de conseller en Acció Exterior (este titulín me recuerda a Mikimoto). Ahí seguramente salió a flote el caimán -versión venezolana- que lleva dentro atribuyendo, injustamente, a la ministra Meritxell Batet algo que no dijo. Retó a Josep Borrell, le acusó de panfletario y llegó a afirmar que “está empezando a prohibir Europa”. Etc. Etc. Bien, pasemos página. Dicen que se va del Govern para triunfar en la ciudad condal, para hacer patria y combatir a las élites (sic). Deseo, de corazón, que apure el contenido del otro brebaje de la leyenda caribeña. Sí, el que restaura a los convertidos en caimán a su condición de humanos. De no ser así Ernest, el de la Mesa de Edad, se irá un pelín más decrépito ‘pa Barranquilla’.
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