El blog d'en Joan Ferran

2.12.18

LO ESENCIAL SEGÚN SAN PUJOL





EDUARD PUJOL DELIRA.


 No sé si a Eduard Pujol, el portavoz del puigdemontismo más radical, le sigue persiguiendo un misterioso hombre en patinete. No lo sé y nunca más se supo de aquel asunto. Tampoco sé si a este ínclito personaje, cuando le duelen las amígdalas, acude a la sanidad pública, se refugia en una mutua privada o visita a un curandero. Me trae sin cuidado lo que haga al respecto este gañán de voz desafiante y reflexión escasa. Ahora bien les diré, amigos lectores, que este tipo no tiene vergüenza y, si me apuran, llegaré a sostener donde convenga que es un sinvergüenza. La oposición ha pregonado, lamentablemente con escaso éxito, que a este gobierno de la Generalitat le importa un pito la política social. Ya se sabe, el ejecutivo de Torra está tan ensimismado en los asuntos identitarios que para él, los sociales, no tienen importancia, merecen un segundo plano. Tanto es así que ante la movilización de los médicos Eduard Pujol ha soltado, sin recato, la clásica perorata patriótico victimista. Nunca antes, en el cosmos secesionista, se había atrevido nadie a verbalizar -con tanto descaro y frivolidad- que lo importante no es la salud, la educación o los servicios sociales sino el ‘hacer república’. Desde su delirante burbuja de ficción republicana, Pujol, ha puesto de manifiesto justo lo contrario que pretendía demostrar. Ha situado bajo la mirada de la ciudadanía uno de los principales problemas del gobierno catalán: su incapacidad de gestión de lo cotidiano, de las problemáticas sociales, de la educación, de la seguridad. No vale centrifugar, no vale traspasar responsabilidades al enemigo de siempre, no vale hablar de ‘estrangulamiento’ económico. La génesis de tanta inoperancia esta aquí, en Cataluña. Está en la bisoñez de unos activistas, metidos a gobernantes, más preocupados en agitar que en gestionar correctamente, más pendientes del clima de Waterloo que de las listas de espera. Eduard Pujol es un irresponsable carente de vergüenza cuando banaliza las listas de espera. El portavoz puigdemontista está en su derecho despreciando que algunos peleen por las migajas no ‘esenciales’. Quizás sí, allá él con su conciencia. No obstante, le deseo de corazón a Eduard, que no se vea jamás en la tesitura de aguardar turno en una lista de espera.