CAPELLA Y LA REPRESIÓN
Si Quim Torra tuviera lo que hay que tener -un par de dedos de frente, sentido común y un poquito de pudor institucional- ya hubiera cesado fulminantemente a esa Consellera de Justicia que responde al nombre de Ester Capella. Sí, a esa que ya ha transitado por casi todas las instituciones sin haber interiorizado, al parecer, que España es un estado democrático y de derecho. Fue diputada en el congreso, senadora, concejala de Barcelona y, ahora, miembro del ejecutivo que preside el vicario de Carles Puigdemont. Con todo ese bagaje de carguitos públicos la ínclita Capella se ha mostrado incapaz de discernir entre un sistema político privado de libertades y otro democrático. En una entrevista radiofónica ha afirmado, con fanática frivolidad, que ‘hoy hace ochenta años del inicio de la represión… y hoy seguimos teniendo represión y exilio’…
¡Ojo amigos! Esas palabras no provienen de un transeúnte despistado ni de un palafrenero con pocas luces, no. Provienen de toda una consellera del gobierno de la Generalitat que obtuvo su licenciatura en derecho en la Universidad de Barcelona. Ester Capella presume de haberse esforzado, durante su larga estancia en las Cortes Españolas, en tender puentes hacia sus adversarios políticos populares y socialistas. Quizás los tendió en su día, no lo discuto, pero sus apreciaciones sobre los últimos cuarenta años de democracia los han dinamitado. La sinrazón nacionalista es contagiosa.
En cierta ocasión, en la cadena COPE y debatiendo con Nicolás Redondo Terreros, Ester Capella afirmó que a los tertulianos, a veces, les podía más la testosterona que el raciocinio. Visto lo visto me pregunto qué hormona, o sustancia química, ha inducido a la docta Consellera de Justicia a apreciar una continuidad represiva y guerra civilista en nuestro país durante más de ocho décadas.
Con esta consellera, y la de cultura que se niega a acudir a un debate porque es en lengua castellana, el cupo de hooligans en el Govern ya está al completo. Patético.
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