EL CESARILLO DE WATERLOO
Recuperar a los clásicos nunca viene mal. Marx, en su prologo al 18 Brumario de Luis Bonaparte, afirmaba:”la lucha de clases creo en Francia las circunstancias y las condiciones que permitieron que un personaje mediocre y grotesco representara el papel de héroe”. Aprovechando la cita permítanme un ejercicio de reemplazo de cuatro palabras y -parafraseando al abuelo Karl- escribir: El ‘procés’ ha creado las circunstancias y las condiciones que permiten a personajes mediocres y grotescos, como Puigdemont, atribuirse el papel de héroe… Y no solo eso, sino también impulsar un movimiento populista de corte neo peronista con la complacencia de unos cuantos adictos a la poltrona.
Seamos claros, lo del huido a Waterloo no es más que un ataque de cesarismo barato a la búsqueda de un puerto donde amarrar su destino errante.
Al viejo Marx no le complacía el concepto cesarismo. Para él era una imprecisión terminológica que inducia a engaño. Prefería hablar de bonapartismo a partir del ejemplo histórico de Luis Bonaparte quien encabezó un golpe de Estado en la Francia de 1851 y hace referencia a un tipo de liderazgo político que aparenta ser “equidistante” ante los intereses de clase pero que, en el fondo, defiende lo inconfesable. Pero más allá de estas disquisiciones sobre el fugitivo uno percibe en el funcionamiento de la Crida Nacional per la República, en su discurso y en sus propuestas políticas una considerable dosis de caudillismo que la asemeja al peronismo. Incluso, si me apuran, el rol de Quim Torra en Cataluña recuerda el papel jugado por Héctor José Cámpora a la espera del regreso del caudillo, Perón, a la Casa Rosada.
Cesarismo, caudillismo o neo peronismo… Suena extraño definirlo así pero la realidad es tozuda. No deja de ser preocupante contemplar como muchos independentistas de buena fe atribuyen al prófugo capacidades políticas que no atesora. La actividad del huido, a día de hoy, se ha caracterizado por la improvisación, el oportunismo y la gesticulación mediática. Sorprende también ver personas, en otro tiempo relevantes en la política catalana como Marina Geli o Ferran Mascarell , rebajar su nota de corte aceptando liderazgos como los de Torra o Puigdemont. La patética foto de Mascarell en la que enarbola un cartelito con el lema ‘Unitat’ no deja de ser un sarcasmo. Y, así las cosas, el cesarillo quiere reinar desde Waterloo pero su vicario no gobierna bien en Barcelona y los socios no tragan. Los de ERC creen que los ‘héroes’ no huyen y que los ineptos no deben presidir la Generalitat.
¡Ay el cesarismo! A neo convergentes y conversos les convendría repasar las palabras de Oswald Spengler cuando, tras la Primera Guerra Mundial, escribió refiriéndose a ciertos personalismos: “Mientras tanto los partidos se convierten en obedientes sequitos de unos pocos, sobre los cuales el cesarismo ya empieza a alanzar sus sombras…” Peligro.
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