EL ‘EFECTO COLLBONI’
En un país donde el Govern no gobierna, la tele alecciona y los lazos, lejos de ser de amistad, devienen motivo de enojo son de agradecer los soplos de aire fresco. ¿Para qué? Para hablar de cosas ‘normales’, de ilusiones colectivas, de convivencia, de servicios sociales, de cultura, de vivienda, de educación… Para discutir programas y diseñar futuros compartidos tendentes a mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. Esos soplos de aire fresco, a veces, llegan de la denominada sociedad civil. Arriban sin aditivos ni parafernalias inútiles para recordarnos que, más allá del alienante mono tema amarillo, hay vida.
Se ha presentado en sociedad ‘Compromis per Barcelona’. Lo ha hecho con la edición de un manifiesto y la presencia en escena de un nutrido grupo de personas pertenecientes a diferentes ámbitos y actividades de la sociedad civil barcelonesa. Artistas, comerciantes, emprendedores, sindicalistas, profesionales y demás han tomado la palabra para reivindicar y reconquistar lo mejor de Barcelona, de su esencia, de su ímpetu y modernidad. Todos ellos confían en que Jaume Collboni sea capaz de sacar a la capital catalana de esa atmosfera estéril hija de la ineptitud colauita y del aventurerismo independentista. Me dirán ustedes que hay en liza otras opciones por las que optar. Seguro que si pero, a mi modesto entender, la mayoría de ellas adolecen de un defecto de origen: Están supeditadas a estrategias partidistas donde el elemento central no es la ciudad – en este caso Barcelona- sino a un proyecto político en muchas ocasiones de carácter personal.
La candidatura de Jaume Collboni, como alcalde, es algo más que la propuesta de un partido político o plataforma electoral. Es un llamamiento a la ciudadanía, una invitación a la participación cívica, para exigir y reclamar el regreso a los temas que son propios de las ciudades; temas que han sido abandonados en aras de no se sabe bien qué. Siempre he creído que el objetivo fundamental que debe inspirar la acción de cualquier alcaldable es procurar el funcionamiento armónico de la ciudad y sus gentes. Ello se logra hablando de aquello que afecta y preocupa al ciudadano por encima de otras consideraciones y reivindicaciones. A lo largo de estas últimas jornadas he seguido con atención los mensajes y proyectos esbozados por Jaume Collboni. Creo que ha interiorizado el mensaje lanzado por los que le arroparon con el manifiesto. Tengo también la sensación que asistiremos a un ‘Efecto Collboni’ consistente en la exigencia de hablar y solucionar los temas pendientes de nuestros pueblos y ciudades más allá del espectáculo deprimente de ciertas políticas aventureras.
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