LA HUELGUITA
Leo en prensa que algunos sindicatos minoritarios llaman a la huelga general. Explican los convocantes que cuentan con el plácet del Govern porque esta movilización es el paradigma de la lucha por las libertades democráticas (sic). Alucino, no puedo evitarlo. A estas alturas del serial catalán, cuando me hablan de huelga general, pienso en aquella extraordinaria película muda ‘La Huelga’, dirigida por Serguéi Eisenstein en 1924, que describía la lucha de los trabajadores de una fábrica en la Rusia pre revolucionaria. Excelente largometraje el del cineasta soviético con memorables escenas plenas de mensaje y sentido, omnipresente en los cines fórum durante el franquismo.
Quizás también sea por deformación profesional pero la palabra en cuestión me trae remembranzas acerca de un periódico libertario, que vio la luz en Barcelona un 15 de noviembre de 1901, bajo los auspicios y los dineros de Francisco Ferrer Guardia. Tenía por nombre ‘La Huelga General’ y se publicaba en los talleres de una editorial… ¡Católica!
¡Ay la invocación a las masas! Si don Santiago Carrillo levantara la cabeza, y contemplara el esperpento de esta ‘huelga general pacífica’ que han orquestado unos cuantos amarillo-limón subvencionados, se entristecería. Nos diría, con un cigarrillo en la comisura de los labios, que eso no tiene nada que ver con su histórica consigna acuñada en tiempos del franquismo. Sí, aquella que no se cansó de predicar ingenuamente a lo largo de varios lustros con la intención de derrocar el régimen sin conseguirlo.
Y es que, amigos, las huelgas en sí no son ni buenas ni malas, ni son sinónimo de algo progresista o democrático. La historia nos cuenta lo terriblemente reaccionaria que puede llegar a ser una lucha; todo depende del enfoque político que le inyecten sus promotores.
En octubre de 1972 la patronal chilena orquestó un paro contra el gobierno democrático de Salvador Allende. Conocido como ‘el paro de los camioneros’ o ‘de los patrones’, ese evento torpedeó el normal funcionamiento de la democracia en Chile. Esa huelga, y otras movilizaciones, obligaron a Allende a declarar el estado de emergencia en 18 provincias. Esa huelga reaccionaria, esos paros, allanó el camino a Augusto Pinochet.
Llámenme malpensado si lo desean, pero cuando un gobierno nacionalista de derechas, campeón en recortes, tolera y alienta un paro general es que pretende ocultar las deficiencias de su gestión. Si alguien cree que una huelguita general, cuatro AVEs sin circular y la AP7 colapsada solucionan el galimatías catalán está equivocado. La justicia tiene sus tiempos y su liturgia. Si de veras se desea abordar el tema de los presos habrá que aguardar las sentencias y luego hablar… Las huelguitas no servirán para nada, son fuegos de artificio, humo perfumado para que la maltrecha moral del independentismo no decaiga aun más.
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