El blog d'en Joan Ferran

14.5.19

¿ QUEMAR LAS NAVES ?


¿Por qué y para qué quemar las naves? 





Siempre hay a quien gusta recordar esa frase famosa -atribuida a cien padres- que pregona que la política es el arte de lo posible. Quizá sí, pero todos sabemos que la práctica de ese supuesto arte también da cobijo en su seno a sectarios empecinados, ambiciosos sin escrúpulos, megalómanos y tránsfugas de tres al cuarto. Tanto es así que, desgraciadamente, para ponderar la calidad o la sabiduría de un político muchas veces haya que esperar a que el paso del tiempo lo sitúe bajo un prisma objetivo alejado de las pasiones y la inmediatez. Hoy pienso, por ejemplo, en Alfredo Pérez Rubalcaba. Pero la actividad política también exige tomar decisiones delicadas e inmediatas susceptibles de dibujar el perfil de los partidos y de sus dirigentes. A lo largo de los últimos meses hemos podido comprobar cómo algunos acelerados han jugado a cerrar puertas y trazar cinturones sanitarios alrededor de sus adversarios. Error, craso error. El arte de lo posible no admite el trazo grueso por la sencilla razón de que en política todo fluye, se transforma y poca cosa permanece inalterable. Lo que ayer parecía inverosímil hoy puede hacerse realidad; lo aparentemente sólido puede resquebrajarse en un instante… Algunos historiadores atribuyen a Hernán Cortés la quema de sus naves con la intención de impedir que su gente le abandonara y regresaran a la metrópoli. La decisión del conquistador de Medellín ha presidido mil discursos y generado toneladas de literatura hasta el día de hoy. En los muelles del nacionalismo hay amarradas unas cuantas naves con posibilidad de zarpar. El independentismo catalán tiene ante sí, al menos, un par de rumbos a seguir. A saber: hacerse a la mar y hacer política, o bien quemar las naves e intentar sobrevivir en una selva hostil en la que no cabe el retorno. Ha llegado el momento en el que los sensatos han de dar, sin complejos ni temor, un paso al frente. ¡Ah! Y que conste, escribo estas líneas más allá de la polémica sobre si Miquel Iceta debe presidir o no el Senado español. Ese tema es, en el fondo, tan sólo uno de los capítulos del tedioso serial político catalán.