El blog d'en Joan Ferran

15.1.20

MÁS POLÍTICA Y MENOS BRONCA






POR UN ‘RESET’ 




Con la edad, y algunas lecturas, uno tiende a relativizar las cosas. Muchas han sido las palabras gruesas, abundantes los pataleos, los insultos y agravios vertidos estos días de enero en el hemiciclo del Congreso de los Diputados. No me gusta la bronca ni el jaleo que se cobija en el anonimato generado por un coro de diputados iracundos. Ahí no se reconoce al propietario del mensaje ofensivo emitido, ni mora la mínima valentía necesaria para defender lo dicho. Tampoco me gustan esas maneras y rituales versallescos en los que lo afirmado queda diluido en aras de una falsa cortesía parlamentaria. Conviene expresar con claridad lo que haya que decir y es deseable que se sepa quién lo dice. Eso sí, sin esa bilis agresiva que supuran las miradas vitriólicas plenas de odio. En política se puede ser severo y duro sin dejar de ser educado y brillante. Para granjearse el respeto y la consideración de los demás es aconsejable no ser mezquino, traidor o cobarde. Tras el debate congresual un servidor de ustedes no se va a rasgar las vestiduras lamentándose del espectáculo que nos han brindado algunos de los próceres de la patria. Tampoco voy a comentarles las ocurrencias o el pedigrí patriótico de sus señorías. Han sido tantas las horas de retransmisión televisiva que tengo la seguridad de que el ciudadano de a pie ya ha etiquetado a cada cual como se merece. Eso sí, me resisto a formar parte de esa legión de almas cándidas que, escandalizadas, creen haber descubierto el infierno en la plaza de las Cortes. Quizás olvidan que a lo largo de la historia de España la cámara las ha visto de todos los colores y que ha contado, en su seno, con agoreros para todos los gustos vaticinando males y desdichas para el pueblo. ¿Quieren que rememoremos alguna bronca espectacular del pasado? Vamos a ello. Un cuatro de enero de hace ochenta seis años se vivió en el congreso de los diputados una de las sesiones más turbulentas de las que tenemos noticia. No fue en un debate de política general, ni en uno de investidura, ni nada que se le parezca. La tangana se originó con motivo de una necrológica sobre Francesc Macià, fallecido aquel 25 de diciembre. Fue el diputado José Maria Albiñana, líder y fundador del Partido Nacionalista Español, quien inició una intervención en la que no faltaron los mismos epítetos, insultos y vivas a España que hemos oído estos días. La bronca fue de campeonato, las llamadas al orden insistentes y el barullo indescriptible. Como es obvio, en aquellos tiempos no existía el efecto multiplicador y amplificador que hoy juegan la televisión y las redes sociales. Si repasan la prensa de la época podrán comprobar ustedes la virulencia de lo sucedido. Relativicemos pues, sin justificar en lo más mínimo, lo acontecido estas últimas jornadas. Tras la investidura de Pedro Sánchez nos conviene a todos hacer un ‘reset’. Se abre una nueva etapa en la que los actores y figurantes de la política española deberán decidir lo que quieren ser o dejar de ser. Ahí radica buena parte del futuro político del país. ¡Ah! Y a los que les importa un rábano España que luego no vengan llorando pidiendo hortalizas frescas o fertilizante.