MERIDIANAS Y TANGENTES
Cualquier día ocurrirá una desgracia y luego todo serán lamentaciones y una comisión de investigación. Hace pocas semanas un motorista fue objeto de maltrato por parte de los concentrados en la Meridiana; pocas horas antes un automovilista resulto multado por expresar su indignación ante el bloqueo de esta importante arteria ciudadana. Hace pocas horas mi amigo, el periodista Xavier Ríus, ha sido insultado y zarandeado por un puñado de energúmenos… Que el denominado ‘procés’ se ha degradado lo dice todo bicho viviente. Que sus prohombres nos engañaron y lanzaron a los más crédulos a una aventura descabellada, también. Pero, amigos, los últimos estertores del procesismo se han convertido en una pesadilla para muchos ciudadanos de Cataluña en general, y para los vecinos de la Meridiana en particular. Para aquellos que están obligados a frecuentar esa avenida, en la que cotidianamente se asiste a una performance secesionista, la situación deviene tan angustiosa como insostenible. Siempre he defendido el derecho de manifestación, y lo sigo haciendo, pero algo muy distinto es el empecinamiento de un centenar de iluminados ociosos que creen que, con ello, su causa gana adeptos. Error, craso error. Su causa se degrada desde el momento en que un vecino del barrio, un anciano, un comerciante o un trabajador en apuros ve limitada su movilidad. Los que cortan la Meridiana no hacen amigos ni seducen políticamente; encabronan tanto al personal que sus consignas se vuelven antipáticas por definición.
Pero eso no es todo. Lo más grave del asunto es la dejadez de funciones de las administraciones competentes en el tema. Bien esta una autorización temporal y pasajera de la ocupación del espacio público, terrible es soportar durante meses la pesadilla orquestada de un grupito de manipulados. Ayuntamiento y Generalitat tienen la obligación de garantizar la normalidad en la vida cotidiana de la ciudadanía. Colau y Buch deberían garantizar de una puñetera vez la convivencia cívica. Unos pocos cortan la Meridiana para fastidio de muchos; otros se salen por la tangente para no cumplir con sus obligaciones de gobernantes. Vamos mal.
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