El blog d'en Joan Ferran

4.4.20




TAMBIÉN NECESITAMOS BOCCACCIOS

 Vamos, anímense. Ya sé que el panorama es duro pero no se acongojen ni depriman. Salgan del bucle pero no de casa. Aprovechen las horas de confinamiento. Hagan el favor de poner la mente en modo activo/positivo. Disculpen mi osadía, pero voy a atreverme a sugerirles un inocente entretenimiento con capacidad para albergar algo de creativo: llamen telefónicamente a unos cuantos amigos y, vía correo electrónico, propónganles jugar a intercambiar pequeñas historias o relatos breves de producción propia. Léanlos, coméntenlos y póngalos a buen recaudo para, cuando esto del virus pase, poder revisarlos entre risas y jolgorio tomando unas cañas. Es más, si se tercia incluso pueden editarlos como recuerdo de un desahogo en tiempos de reclusión… Sí, ya sé que la idea no es nueva, ni original. Está inspirada en el famoso Decamerón de Giovanni Boccacio. De sobras es conocido que la obra del insigne escritor tiene como escenario una mansión de la Toscana en la que un grupo de hombres y mujeres se encuentran confinados a causa de una epidemia de peste bubónica. Como vía de escape de aquella circunstancia adversa, los recluidos se divierten relatando bellas historias para relajo y disfrute, como terapia contra el miedo. La propuesta que les formulo quizás esté inspirada también en ‘Los cuentos de Canterbury’ de Geoffrey Chaucer. En esa ocasión el escritor narra la competición de cuentos que tiene lugar entre un grupo de peregrinos que se desplazan de Londres a Canterbury. Y si prefieren dejar volar la imaginación y adentrarse en países exóticos, quizás les convendría recordar, al efecto que nos ocupa, los cuentos de ‘Las Mil y una Noches’ y las habilidades seductoras de la princesa Scheherezade… Soy consciente de que las genialidades literarias no abundan, y que los grandes creadores no se prodigan en el ejercicio de compartir relatos con sus amistades vía electrónica. Lo sé, pero sospecho que en el fondo de todos nosotros se encuentra un poso creativo y solidario para compartir. Hagámoslo aflorar aunque sea tan solo entre un reducido círculo de amigos. Cada día miles de ciudadanos se asoman a ventanas y balcones para aplaudir y jalear a los servidores públicos. Magnífico, pero de vuelta al encierro hogareño no está de más generar energías positivas y compartirlas. Nada mejor que atreverse a expresar y comunicar sensaciones y experiencias; nada mejor que convertirse en un compilador de obras sinceras y sin pretensiones capaces de comunicarnos con los demás. La humilde iniciativa que les propongo puede ser un elemento útil para salir del bucle; puede ser interesante para descubrir Sheherezades y pequeños Boccacios amateurs. No pretendo frivolizar ni minimizar el drama que estamos viviendo como sociedad. En absoluto, pero necesitamos como bálsamo las pequeñas cosas; estoy convencido de que estas habitan también entre nosotros.