VOLVER, VOLVER, VOLVER…
Dicen que vuelve. Muy carcomido debe estar el banquillo neoconvergente para anhelar y desear el regreso de Artur Mas. Ansiar resucitar al individuo que protagonizo la década más ominosa y estéril que ha vivido Cataluña, en tiempos de democracia, no tiene nombre. Su etapa fue la de los tantos por ciento, la de los recortes sociales, la del caso Palau, la de la corrupción generalizada, la fractura social y la de los herederos nombrados a dedo… Si amigos, Artur Mas pretende huir de la papelera para volver a la historia. Algunos sectores de la antigua Convergencia ven en él -a falta de algo mejor- al galán que puede suplir la falta de liderazgo serio que padece el cosmos secesionista. Pues bien, pónganse cómodos, prepárense para soportar a lo largo de las semanas próximas un alud de entrevistas y reportajes -no faltaran los de tv3 y CatRadio- hablando del regreso a la escena política de Mas y de su libro exculpatorio. No faltaran a la cita promocional ni las loas de las Rahola de turno, ni las columnas dedicadas de los escribas a sueldo. Se hablará de su posible retorno a la primera línea del combate político más que de su libro. La cosa tiene guasa. Cuando aun no se han esclarecido y cerrado los temas pendientes de la financiación ilegal de Convergencia el hijo prodigo del viejo patriarca sueña con volver a los altares. Cuando aun resuenen en la cámara catalana aquellas palabras que pronunció Pasqual Maragall -cuando dijo: ‘Ustedes tienen un problema, y ese problema se llama tres por ciento’- algunos quieren regresar libres de culpa, como si no hubiera pasado nada. Esas palabras quince años después siguen ahí, en el aire, interrogando al principal heredero del despropósito sin que nadie ose responder.
Los herederos de todo aquello arrastran tras de sí una duda no resuelta aunque cambien de siglas, peregrinen a Periñan o les dé por escribir literatura para nacionalistas desencantados. Artur Mas parece querer volver. De acuerdo, su pena ya ha prescrito y puede hacerlo cuando lo desee dentro de la legalidad. Pero ha de permanecer alerta, el viejo tango aun suena y una de sus letrillas dice: ‘Tengo miedo del encuentro con el pasado que vuelve a enfrentarse con mi vida’.
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