UN URBANISMO SENSATO
Para que nadie se lleve a engaño: Me gusta que mi ciudad esté bien dotada de zonas peatonales y carriles bici. Y que lo esté, cosa que no ocurre, tras cocer a fuego lento y condimentar los proyectos con los ciudadanos directamente afectados. Me desespera la improvisación, el parche, las frases grandilocuentes, el mesianismo verde, las pitonisas que vaticinan terribles enfermedades y el postureo. Amo mi metrópoli y me duele todo lo que pueda dañar su imagen. Me contraría ver algunas de sus calles pintarrajeadas sin gracia, repletas de fríos bloques de piedra y con hierbajos. Recientemente alguien dijo que el cambio que ha traído Ada Colau a Barcelona es superficial, que no tiene profundidad. Comparto ese análisis pero añadiría algo más, incluso lo superficial adolece de criterio definido y buen gusto. Se habla mucho, y se presume, del denominado urbanismo táctico y he intentado informarme al respecto. Un buen amigo, entendido en la materia, sostiene que ese tipo de urbanismo posee como rasgo básico su enraizamiento en la comunidad y que no suele ser un procedimiento para desarrollar actuaciones desde la administración. Las iniciativas impulsadas por Colau en Barcelona no han contado con la suficiente implicación de la ciudadanía y se desconoce con claridad el objetivo que persiguen. Me atrevería incluso afirmar que han provocado el efecto contrario al anunciado y deseado. Uno se pregunta, por ejemplo, si los índices de contaminación por efecto del tráfico rodado en la calle Consejo de Ciento, han mejorado o no. El único carril existente provoca largas retenciones de vehículos en horas punta con sus consiguientes emisiones y una contaminación acústica añadida. Los conductores bloqueados se desahogan haciendo sonar el claxon, ergo, más humo y ruido. Les pido disculpas, un servidor de ustedes no es un experto en temas de ordenación urbana ni movilidad pero si un defensor del urbanismo sensato.
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