EL GUTI, COMO EJEMPLO
La historia ha sido siempre un terreno abonado para la controversia política. Tanto es así que en este país parece haberse puesto de moda mirar hacia atrás con ira. Desde la tribuna del Congreso se puede llamar a un adversario -aludiendo a su árbol genealógico- terrorista, o fascista, e irse de rositas. Se está instalando en algunas administraciones un macartismo a la española capaz de reescribir el nomenclátor de las ciudades o pulverizar las estatuas de los próceres del país. Sirva, como muestra de ello, lo que acontece alrededor de la figura de Indalecio Prieto. Nos invade un revisionismo histórico perverso que nada tiene que ver con un estudio crítico del pasado. En medio de una atmósfera política que rezuma intolerancia, se agradece la publicación de biografías de personas que, en los momentos difíciles, apostaron por el diálogo y la reconciliación. Salió a la venta el libro ‘El Guti, “L’optimisme de la voluntat” de Txema Castiella. Su aparición en el actual momento histórico me parece necesaria y oportuna. Necesaria para recuperar el rol jugado en la Transición por gentes de ideologías contrapuestas, pero sensatas. Oportuna para responder, desde la solvencia intelectual, a todos aquellos que juegan a reinterpretar torticeramente el pasado. En situaciones delicadas, la presente lo es, conviene rememorar a personajes como el Guti. Fue un ejemplo de esa ética de la responsabilidad de la que hablaba Max Weber y que tanto escasea.
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