O BARCELONA ESPABILA O...
Creo que el equipo de gobierno que dirige Ada Colau debería seriamente empezar a preocuparse. Son muchas, y autorizadas, las voces que alertan del deterioro vital de la metrópoli ante la ausencia de estrategias políticas meditadas. La pérdida de imagen de la ciudad, y la falta de ilusiones colectivas, transportan a la capital de Cataluña al reino de la somnolencia y la siesta. Y todo esto que les digo no lo airean sólo los grupos de la oposición municipal, sino que nos lo cuentan personas tan acreditadas y respetadas como Lluís Permanyer, Marius Carol o Francesc Arroyo. Estos analistas -que son un reflejo educado de lo que se opina en la calle- nos dicen que la ciudad vive de las rentas de un pasado que llegó a ser glorioso pero que hoy, la urbe, vegeta sin proyecto regodeándose en la improvisación. El barcelonés vive preocupado por la creciente inseguridad ciudadana, la okupación de pisos, la droga, el paro y el cierre de pequeños comercios. Esos son los problemas centrales y no otros de accesorios. Hemos pasado del famoso eslogan ‘Barcelona més que mai’ a un consigneo ideologizado, buenista y edulcorado más propio de un grupito de scouts que no de una ciudad con ambición que sueña estar de nuevo en vanguardia. Bien está que se incrementen los espacios peatonales y se estimule el uso de la bicicleta; perfecto, pero ello debe abordarse con la moderación que emana de la participación de los ciudadanos, la gradualidad y el conocimiento del espacio. La preocupación por la movilidad crece exponencialmente con el uso privado del vehículo para evitar, por el virus, el transporte público. A día de hoy las cosas no se han hecho bien. Lluís Permanyer -por ejemplo- nos alertaba recientemente del bodrio aplicado en la Vía Layetana a partir de una decisión de despacho de Janet Sanz. Soy consciente del golpe que ha propinado la pandemia a la vida cotidiana en las ciudades de nuestro país pero, precisamente por ello, urge volver a políticas serias y sensatas. Conviene ser realista y alejarse de experimentos recogidos en el papel couche de los programas máximos electorales. Es en esos temas tan transversales donde debería manifestarse, con mayor contundencia, la cultura de gobierno atesorada por el socialismo barcelonés como antídoto contra la bisoñez de algunas decisiones.
Escribía Francesc Arroyo en ‘Metrópoli Abierta’ que Barcelona ha pasado de ser la famosa ‘Rosa de Fuego’ a convertirse en una planta mustia. Quizás tenga razón… O Barcelona y Cataluña espabilan o… ¡Uf!
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