SOBRE LAS EPISTOLAS AL PSOE
Los clásicos del pensamiento las artes y la política solían comunicarse, polemizar, reflexionar, e incluso amarse, epistolarmente. Están bien documentadas y son conocidas las misivas cruzadas entre Marx y Engels, las que Antonio Machado envió a Manuel Azaña, o las que Bettine von Arnim escribió para su idolatrado Goethe… Pero eran otros tiempos y otros lugares. Hoy en día la comunicación en tiempo real, y el uso de las nuevas tecnologías, han mandado al baúl de los recuerdos los mensajes contenidos en sobre cerrado con timbre postal matasellado. El cartero ya no llama dos veces. La clásica carta ha quedado relegada, en el mejor de los casos, a un ejercicio romántico para periodo vacacional.
No obstante tres tenores de la política ibérica -Nicolás Redondo, Manuel Valls y Francesc de Carreras- han usado las páginas digitales de ‘El Confidencial’ para remitirle una epístola al PSOE. Como es obvio la carta, dirigida al partido que gobierna España, no tiene como objetivo informar a los destinatarios. Su función es publicitar, mediante ese mecanismo-truco, un determinado posicionamiento político. Sin demasiados remilgos los firmantes afean a Pedro Sánchez los pactos puntuales que ha firmado con ERC o BiIdu. Pero ante todo, y sobre todo, denostan la coalición con Unidas Podemos. La consideran inapropiada para la necesaria reconstrucción económica y social de España. Apelan con insistencia, los promotores del escrito, a la formación de un gobierno pactado entre fuerzas ubicadas en el centro político y la socialdemocracia más liberal. Estoy convencido que la propuesta lanzada al viento por estos tres ilustres ciudadanos, vía digital, está cargada de buenas y patrióticas intenciones, claro que sí; incluso puedo llegar a compartir alguna de sus preocupaciones. Pero, una vez releída la carta con parsimonia estoy seguro que a cualquier observador sensato le vienen a la mente un par de preguntas y alguna sugerencia. A saber: ¿Hay mimbres y buena disposición en el principal partido de la oposición para aparcar esa crispación gratuita que se alimenta de una beligerancia exagerada? ¿Son capaces unos y otros, como síntoma de normalidad, aceptar acuerdos y pactos de país entre los diferentes grupos parlamentarios sin acudir a diatribas guerracivilistas?. Recibida la carta, leído su contenido con respeto y consideración para con sus ilustres firmantes, sólo me resta añadir una sugerencia en forma, nuevamente , de pregunta: ¿No creen ustedes que, como paso previo a la epístola dirigida a los socialistas, hubiera sido menester otra a los supuestos centristas recomendándoles terminar con el vocerío agresivo e hiriente que prodigan?
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