Y TRAS LA “GUERRA” …
Hubo un antes y estamos en tránsito hacia un después. Así las cosas, no voy a hablarles de ese trío “La,La,La” integrado por Laura Borràs, Budó y Nogueras, ni de sus increíbles selfies -con mascarillas- mejilla a mejilla. Tampoco del confinamiento “ful” de Artur Mas, del fuera de juego permanente de Quim Torra, o del pasaporte inmunológico que no convence a la OMS. Obviaré el tema de las residencias de ancianos y los niveles de insolvencia de Alba Vergés. De las canalladas de Canadell no diré ni mu. Pasaré de largo ante los esputos -repugnantes- que suelta Nuria Gispert cuando oye hablar del castellano ¿Para qué? Si ustedes practican el zapping, y pasan de TV3, es probable que ya estén informados de todo lo que es preciso saber para estar al día.
Nos han vendido que esto del virus es una guerra que hay que ganar. Cierto, tan cierto como que entre las derivadas de cualquier conflicto bélico se prodigan los desbarajustes sociales, el desempleo y la pobreza. Fenómenos tristes todos ellos que, históricamente, ha sido menester enmendar con medidas contundentes, nacidas de variopintos pactos políticos plenos de renuncias y sacrificios, en aras del bien común. Ejemplos de lo que les cuento abundan. En Francia, una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial, los políticos galos acordaron un paquete de medidas económicas y políticas de enorme calado para restañar las heridas del conflicto y reconstruir el país. Los sectores conservadores tuvieron que aceptar resignados y “patrióticamente” la nacionalización de la Renault, una reglamentación y bloqueo de los alquileres, leyes sobre la seguridad social e impuestos solidarios. También transigieron respecto a la nacionalización del gas y la electricidad, la de múltiples compañías de seguros, la de Air France, etc. Fueron tiempos difíciles aquellos. Todos lo sabemos, la guerra que estamos librando no entiende de misiles, obuses o drones, pero amenaza el bienestar futuro y la concordia cívica de nuestra sociedad. La pandemia del COVID-19 no sólo cuestiona el concepto de globalización, si no que pone en entredicho el actual orden económico mundial y su estabilidad social y política. No en vano la Comisión Europea, entre otras medidas de choque, está estudiando recetas nacionalizadoras para salir adelante. En España se habla de comisiones y de pactos para la reconstrucción. La pregunta a formularse es: ¿Serán capaces de obrar con sentido común los predicadores del neoliberalismo español, o los del independentismo más irredento?
Regreso al inicio de este escrito, me abstengo de hablar sobre mezquinos y mezquindades. Introduzco lo sucedido hasta el día de hoy en el archivo de la memoria. Me dispongo a depositar mi granito de arena para la reconstrucción. Más adelante ya hablaremos.
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