El blog d'en Joan Ferran

30.11.20

LA VERDAD NOS HACE LIBRES....

 

MENTIRAS SILENCIOSAS ESPERANDO SAN VALENTÍN 



Hace más de cien años Mark Twain escribió un ensayo titulado ’La decadencia en el arte de mentir’. El escritor estadounidense, entre múltiples tipos de mentiras, incluyó específicamente una que denominó: la silenciosa. La definió como una modalidad de engaño que se hace por el simple hecho de quedarse callado obviando la verdad. A lo largo de esta última década, en la política catalana, la mentira silenciosa -combinada con la mentira embaucadora- ha campado a sus anchas alimentada por los mandamases del procés. ¡Ojo! No confundan esas omisiones de la verdad con el anecdotario folletinesco de las conversaciones entre el conseguidor David Madi, y la primera dama de la caja tonta, Pilar Rahola; tampoco con los favores solicitados y el léxico lunfardo de Xavier Vendrell. Todo eso que hoy sabemos, y oímos, no hace más que confirmar la catadura moral, el modus operandi de los personajes auscultados y las características del régimen que los ampara. La mentira silenciosa a la que me refiero es de otro calado más profundo. Consiste en un delito de omisión de la verdad perpetrado por los dirigentes del procés, tanto en su variante gubernamental como partidaria. Durante más de diez años vendieron a la ciudadanía unas ‘preferentes políticas’ alimentadas desde las instituciones y los medios de comunicación afines. Una parte de la sociedad catalana creyó a pies juntillas en ellas sin avistar que eran papel mojado. Una década después los planteamientos de aquella engañosa quimera política apenas se sostienen como relato. A pesar de ello sus próceres continúan medrando y gobernando en las instituciones; no les importa lo más mínimo que sus fantasías se hayan dado de bruces contra la realidad que pretendieron subvertir. Su tan cacareado mandat polític ya es agua de borrajas, pero no así su apoltronamiento institucional. Sus ‘preferentes’ se vendieron como una exhalación, inicialmente bajo el nombre de la consulta del 9–N, luego con el plebiscito del 2015 y el 1-0 para, posteriormente, culminar con el discursito de las estructuras de estado y el ‘voto de tu vida’. Y luego llegó la nada, la mediocridad y el desgobierno. Fin del relato secesionista. Y ahí empieza la mentira silenciosa que nada tiene que ver con la mentira embaucadora de la primera época del independentismo en ascenso. Muchos catalanes, y algunos independentistas con sentido común, estamos aguardando que los primeros espadas del procés reconozcan el fracaso, rebobinen, rectifiquen y se avengan a afrontar la nueva situación política y social que vive un país castigado por la pandemia. Urge un cambio de mentalidad, tanto en ERC como en el puigdemontismo, que contemple la inviabilidad de la desconexión con España e interiorice la urgencia de laborar para la reconstrucción económica y social. Las elecciones del día de San Valentín son una buena ocasión para iniciar una nueva etapa. Lo prioritario ha de ser gobernar, y no otra cosa, siguiendo las reglas de juego que caracterizan a un sistema democrático. Que Cataluña precisa un Govern que gobierne, sin agitar las bajas pasiones, ya no lo discute nadie. Pongámonos pues manos a la obra, intentemos aupar a políticos capaces dispuestos a pactar la reconstrucción. La carrera electoral se ha iniciado y con ella todo tipo de especulaciones sobre sus resultados, posibles coaliciones, pactos y listas de candidatos. Nuevas siglas y nuevos proyectos políticos entrarán en el juego electoral. Todo hace prever una cámara catalana más fragmentada que la actual y con una aritmética parlamentaria complicada. En un escenario de esas características ganan enteros los políticos amantes del dialogo como Miquel Iceta. No obstante, ante un panorama tan volátil, convendría que los partidos no confundieran a sus respectivas clientelas versionando letras y músicas que no les son propias, argumentando razones que jamás defendieron, o introduciendo en su menú platos exóticos que digestión difícil. El ciudadano prefiere productos con denominación de origen sin sucedáneos. Tiempo habrá, a posteriori, para comprobar qué patrimonio electoral atesora cada cual, y qué mensaje ha vehiculado con su voto la ciudadanía. La singularidad y la diferencia de planteamientos programáticos no tiene por qué estar reñida con el acuerdo. Vuelvo al inicio de estas líneas. Conviene desterrar la mentira silenciosa que describiera Twain y que, en este país, algunos políticos secesionistas siguen implementando. A ellos les pido que hagan el favor de no callar sus errores, que rectifiquen y aparquen desvaríos. La tarea de la reconstrucción económica y social, que nuestro país necesita y demanda, ha de ser cosa de todos.