El blog d'en Joan Ferran

14.6.19

DEMASIADO RESENTIMIENTO





ERNEST NO ES DE FIAR 


Ernest no es de fiar. Esta afirmación les podrá parecer demasiado contundente e interesada, quizás sí; pero la puedo argumentar y sostener con un montón de detalles, anécdotas y experiencias vividas en primera persona. No obstante, considero que con un par de ejemplos de conocimiento público -otra cosa sería indiscreción, abuso de confianza o revelación de ‘secretos’- bastarán para que se hagan una idea. Aun recuerdo la cara de sorpresa y estupefacción de los diputados del Tripartito cuando, en febrero del 2010, el conseller Maragall afirmó, sin encomendarse a nadie, que el Govern era un artefacto inestable y que la ciudadanía vivía con fatiga las vicisitudes de la política catalana. Aquello fue un torpedo en plena línea de flotación para el ejecutivo de José Montilla, fue un golpe bajo inoportuno y gratuito. Ernest atisbó fatiga en el personal y lo pregonó a los cuatro vientos sin importarle los daños colaterales que iban a generar sus palabras. Me pregunto si el Ernest de hoy es capaz, o no, de apreciar la extenuación y el mal rollo que anida entre los ciudadanos de Cataluña tras siete años de ‘procés’. Pero este tema lo dejo para mejor ocasión. ¿Más? Que Ernest no es de fiar lo pudieron constatar los amigos de Iniciativa cuando, desde su cargo de conseller de Ensenyament, prefirió pactar los temas de Educación con la Convergencia de Irene Rigau saltándose no sólo a sus socios de gobierno, sino también las recomendaciones de la sectorial de su propio partido. Que este señor va a la suya lo pude comprobar en la vida interna del Grupo parlamentario donde, más allá las discrepancias lógicas sobre los temas a tratar, buscaba la disidencia. Más tarde la historia nos mostró que tanto él, como otros, estaban construyendo una lanzadera para abandonar el cosmos socialista. Legítimo todo ello sí, pero manifiestamente torticero. El pobre Quim Nadal no tuvo más remedio que armarse de paciencia para aguantar los vaivenes del hermanísimo. Permítanme una sugerencia antes de concluir estas líneas. No lean este artículo como un líbelo coyuntural, no. Cuando finalice el culebrón de los pactos seguiré afirmando que Ernest no es de fiar. Incluso he llegado a la conclusión que su actual posicionamiento político contiene una carga personal injusta contra un mundo que fue suyo -y que le mimó- del que ahora abomina. Sus comentarios sobre Miquel Iceta y el socialismo español son una muestra de ello. Hace pocos días Sergi Pamies, en uno de sus artículos, comentaba la torrencialidad arrogante que gasta algunas veces Ernest Maragall ante los medios de comunicación. A un servidor de ustedes esa torrencialidad le preocupa poco. Me inquieta más que alguien de buena fe se fie de él.