¿HAIKU O TSUNAMI?
Lo nipón está de moda, se lleva. Miquel Iceta suele obsequiar a sus seguidores, adversarios y amigos, con un haiku muchas mañanas. Ya saben ustedes que los haikus son poemas breves de pocas silabas, referentes a las estaciones del año, con los que el bueno de Miquel nos manda mensajes encriptados. Cada día un haiku afirma él; cada Diada un eslogan imposible, digo yo, en boca de los hiperventilados de turno. Cada Once de septiembre, casi siempre sin tarjeta, las mercaderes del apocalipsis patrio aguijonean a sus peones anunciándoles que el combate final es inminente, ‘a tocar de dits’. Erráticos, y sin discurso creíble, viven sin vivir en ellos a la espera de que una chispa prenda ese fuego purificador que todo lo ilumina. Desean que la humareda difumine su torpeza y desorientación. Ahora bregan para generar, dicen, un ‘tsunami democrático’. Observen, en ese hipotético maremoto a la catalana no hay ni mensaje, ni poesía, ni un mañana prometedor como en los haikus de Miquel. La palabra tsunami, aunque se adjetive democrático, tiene un algo de oxímoron, trae a la mente imágenes de aguas incontenibles y devastación. Los haikus, en cambio, insinúan momentos plácidos, buen humor y guiños. Nada que ver con aquella revolución de las sonrisas que ha quedado en las hemerotecas como un recuerdo de un pasado que no conviene repetir.
La marea sube y baja; viene y va. Algunos plumillas, antaño de verbo desatado, hoy hurgan en el archivo de las políticas posibles buscando salidas honorables al ‘cul de sac’catalán. Del ‘Per què hem guanyat’ hemos pasado al ‘qué collons hem de fer ara?
Toca haiku, molts haikus.
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