Conocí a Francesc De Carreras una fría noche de invierno en un restaurante del Poble Nou. Fuimos allí para hablar de política y de lo era y no era el catalanismo, de las políticas lingüísticas y del pujolismo. Foro Babel aun no había empezado a andar y las tesis de Francesc eran un buen estimulo para la discusión, eran razonadas y razonables. Luego cada cual siguió su camino, a veces en línea paralela, rumbo a otra Cataluña más integradora que la del nacionalismo. Siempre he experimentado hacia su persona un cierto punto de admiración nacido del respeto a su solvencia académica y coherencia intelectual.
Sin necesidad de insistir en demasía prologó uno de mis libros críticos sobre el ‘procés’. Con posterioridad hemos ido coincidiendo en eventos, tertulias, conferencias y encuentros varios. Sus palabras siempre me han parecido hijas de una reflexión serena y honesta. Incluso cuando criticó la iniciativa de Pedro Sánchez, la de abandonar el congreso de los diputados, construyo sus palabras sobre una lógica política profundamente democrática. No será un extraño como yo quien lance juicios de valor respecto a su salida de Cs, no serían objetivos, olerían a parte interesada. Tan sólo expresaré mi deseo de que Francesc De Carreras siga escribiendo, opinando e interviniendo como siempre en el debate democrático de este país. Sus aportaciones son un lujo y -vista la falta de criterio de algunos dirigentes partidarios engreidos- sus columnas periodísticas de análisis político harán falta. Ciutadans cojea, se pierde en un magma que hipoteca su futuro y, desgraciadamente también, malbarata su pasado. Una pena. Alguien se ha cargado la tarea de otros enviando a la papelera de la historia la consolidación de un partido liberal de corte europeo capaz de pactar y hacer política con mayúsculas.
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