ACATAR Y/O PROTESTAR
La gente sensata respeta las reglas del juego. Son la garantía para que las cosas fluyan con normalidad, sin estridencias ni trampas. Quizás por ello, y también por convicciones democráticas, acato las decisiones judiciales más allá de la opinión personal que me merezcan las mismas. Por idénticas razones no tengo inconveniente en defender la libertad de expresión de todos aquellos que están ansiosos por salir a la calle a manifestar su contrariedad y mal humor. Otra vez estamos ante las reglas del juego; eso sí, siempre y cuando las movidas estén impregnadas de espíritu cívico y respeto hacia los discrepantes. Algunos aspiran a que esas movilizaciones, marchas y performances se dilaten sine die en el tiempo; están en su derecho. Otros, en clave ‘adventista’, afirman que son sólo el aperitivo de algo que va a llegar irremediablemente. Sinceramente, a estas alturas de la película, uno ya no puede adivinar si ese final anunciado va ser Ítaca o el Leviatán. Me temo lo peor. Pero poco importa eso ahora. Hace ya un cierto tiempo el profesor Nuccio Ordine escribió un librito con un título sugerente: ‘La utilidad de lo inútil’ en el que nos hablaba de la locura de Don Quijote, héroe de lo inútil y lo gratuito. Sus reflexiones regresan a mi mente al hilo de todo lo improcedente e inexplicable racionalmente que sucede en este país. Pues bien, la fiesta comenzó; usen la calle, desfilen, alcen la voz, dejemos que todo fluya para satisfacción, realización y solaz del personal… Pero, no sin antes lanzar un aviso para los navegantes confiados: El fármaco de la huida hacia adelante, que recetan algunos iluminados, en lugar de sanar a este país enfermo lo está debilitando aun más. Por tanto sería conveniente que, antes de llegar a la extenuación, alguien sugiriera pactar dentro de la legalidad un reinicio sin aristas. Acatar y protestar libremente es lícito, son dos caras de una misma moneda de curso legal y de idéntico valor. Esa moneda hay que llevarla siempre encima sin reparar si cae del haz o del envés. ¿Somos demócratas o no?
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