EL RITORNELO ‘NACIÓN’
Ha llovido mucho desde que el historiador alemán Friedrich Meinecke publicara en 1908 su obra, ‘Cosmopolitismo y Estado nacional’. Un intento, el suyo, de diferenciación conceptual entre la Kulturnation basada en la posesión común de una cultura, y la Staatsnation que se sostiene, sobre todo, en la argamasa unificadora de una historia común. Mucho más tiempo ha pasado desde que los Renan, Manzzini, Max Weber y otros intelectuales se enfrascaran en la tarea de definir lo que es una nación. Lejos de haber cerrado el tema los humanos seguimos teorizando, polemizando y pleiteando sobre lo que es, y quién es, una nación. Son tantas las toneladas de tinta empleadas al respecto, y las horas de debate sin resultado alguno, que me he permitido desconectar del asunto. He llegado a la conclusión de que, en este país, ese tema no sólo no favorece las políticas del día a día, sino que es usado para ocultar la falta de una buena gestión.
El historiador estadounidense Carlton Hayes tuvo el acierto de definir el nacionalismo como una suerte de religión con millones de adeptos en la que podíamos encontrar popes, liturgias, dogmas y argumentos sin justificación científica y aceptación plena por parte de su feligresía. Pues sí, el nacionalismo ha devenido un estado de conciencia grupal que afirma la particularidad y los derechos específicos de una colectividad determinada y, basándose en ello, intenta actuar en el escenario político. El conflicto no surge pues en el reconocimiento, o no, del concepto nación sino mas bien en la praxis de los nacionalistas. Intentemos, pues, apartarnos del debate estéril sobre la esencia de lo que es una nación. Dejemos eso para historiadores, sociólogos y entendidos. Ocupémonos de abordar cómo, cuándo y de qué manera sacar a este país de su ensimismamiento, de su parálisis política y legislativa. Lo otro, las discusiones bizantinas sobre la naturaleza de la nación catalana, dejémoslas que siga cociéndose en libros y debates al igual que ha acontecido a lo largo de décadas.
El ritornelo ‘nación’ fatiga tanto como el discurso victimista del nacionalismo… Pero es con lo que hay que lidiar. Hagan política y buena gestión, porfa.
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