El blog d'en Joan Ferran

24.12.21

LES PONE EL AMARILLO

 



EL BUEN SINDICALISTA 



 Recuerdo que Marcelino Camacho solía explicar que el buen sindicalista era aquel que sabía iniciar, mantener y acabar a tiempo una huelga. El veterano dirigente de Comisiones Obreras sostenía que un líder sindical debía intuir y prever las trampas que le iba a tender la patronal en las negociaciones colectivas; también adivinar cuando un combate o reivindicación podía ser utilizado o manipulado de forma torticera. Honestidad, sagacidad y ‘posición’ de clase eran, para Marcelino Camacho, requisitos indispensables para ser un buen dirigente obrero. Han pasado ya unos cuantos años de aquellas prédicas y hoy muchos trabajadores de este país se preguntan dónde andan aquellos principios, dónde se oculta la sagacidad y quién sostiene contra viento y marea una posición de clase. No vayan a pensar ustedes que abogo por un sindicalismo de rompe y rasga, a lo George Sorel, preparado para luchas numantinas; nada de eso, simplemente pretendo poner en valor el rol y la esencia de la reivindicación obrera. Un sindicato es por definición, en un sentido amplio, una asociación cuyo objetivo es la defensa de los intereses laborales y sociales de los trabajadores. Quizás por esa razón cuesta comprender la presencia de las dos grandes centrales sindicales catalanas en una manifestación, orquestada desde el Govern de la Generalitat, con la excusa de salvaguardar la lengua. A Ros y Pacheco les ha faltado perspicacia para detectar que el ejecutivo de Aragonès vegeta inmerso en luchas intestinas y que, tras la defunción del procés, busca con frenesí oxígeno para boquear. Nada mejor para ello que un conflicto tan preñado de emociones como el lingüístico, combinado con una derecha que se ha echado al monte. ¿Tanto les cuesta a nuestros sagaces y avezados dirigentes sindicales entender que no ha habido una manifestación para preservar la escuela en catalán -que está sobradamente garantizada- sino que la movida ha sido contra la presencia del castellano? ¿ Dónde está el olfato y la intuición de las cúpulas sindicales para no ser atrezo legitimador de los despropósitos de un Govern en apuros? La tan cacareada independencia sindical ha quedado de nuevo en entredicho. No es la primera vez que ocurre y ello es inquietante. Recientemente un histórico dirigente del movimiento obrero antifranquista comentaba, con tristeza, que las actuales cúpulas sindicales andan escasas de cuadros dirigentes con capacidad de liderazgo para discernir lo que más conviene, o no, a los asalariados. Afirmaba, el viejo luchador, que los sindicatos actuales se han convertido en gestores desideologizados en lo social y contaminados en lo identitario; compungido los definía como un cenáculo de personajes preocupados tan solo en obtener privilegios y subvenciones . El desapego hacia la política no se circunscribe únicamente a los partidos y la actividad parlamentaria; lo cierto es que ha alcanzado también a las actividades y a la organización de los sindicatos. La sospecha de que éstos están supeditados a inexplicables juegos de intereses, en detrimento de las aspiraciones de los trabajadores, ha ahondado su crisis de representatividad. Con este panorama a nadie le ha de extrañar que en algunas fabricas, en las huelgas y en el tajo, aparezca un nuevo movimiento obrero asambleario y radical empeñado en denostar las propuestas de las grandes centrales sindicales. Como tampoco debería pillar por sorpresa a los partidos de izquierda que la bravata de Abascal y VOX, anunciando la creación de un sindicato afín a sus tesis, pueda consolidarse precisamente en feudos de tradición y voto progresista. ¿Estamos ante la reencarnación de los llamados ‘Sindicatos Libres’? Sí, aquellos que en los albores del pasado siglo XX impulsaron militantes carlistas en el Ateneo Obrero Legitimista de Barcelona bajo la batuta de Ramón Sales. Chi lo sa? Llegados a este punto: Que cada uno asuma sus responsabilidades.

19.12.21

ASALTAR EL CIELO

 

 



EL VATICANO, CELOS Y CAMELOS 



 Me trae sin cuidado si la visita de Yolanda Díaz al Papa es una operación de marketing de la vicepresidenta, o un meditado contacto político a alto nivel- bendecido por Pedro Sánchez- entre el gobierno de España y el Vaticano. Considero que ambas cosas son compatibles, complementarias y útiles para amortiguar los bramidos apocalípticos que profiere la extrema derecha y el clero ultramontano español. En cambio me cuesta aceptar que Macarena Puentes, nada menos que toda una Secretaria de Comunicación del PP de Madrid, haya osado calificar de ‘cumbre comunista’ el encuentro del pontífice con la ministra Díaz. Me preocupa la frase de la dirigente popular, no por lo que dice, sino por lo que ignora. Seguramente la señora Puentes desconoce las tesis de la ‘reconciliación nacional’ y el denominado diálogo cristiano-marxista que generó abundante literatura hace unas décadas. A finales de los años setenta, del pasado siglo, Santiago Carrillo decía: “Hoy ya no podemos ver la religión como el opio del pueblo, sinó que en amplios sectores del cristianismo hay actitudes favorables a las clases oprimidas”. Quizás a nuestras Macarenas de turno les convendría repasar la historia y consultar en internet las biografías del padre José María Llanos, de José María Díez Alegria, de García Nieto y, sobre todo, de pensadores como Alfonso Carlos Comín. A los que se rasgan las vestiduras por el encuentro entre la comunista gallega y Bergoglio, les recomiendo leer las aportaciones de Comín respecto a la renovación del pensamiento cristiano. También les animo a estudiar su vínculo y experiencia vital bajo la dictadura franquista con organizaciones afines al comunismo. Cuesta creer que los ultras católicos olviden que, inspirándose en la Teologia de la Liberación, nació el movimiento ‘Cristianos por el Socialismo’ para luchar contra las desigualdades sociales y a favor de los oprimidos. Con estos precedentes, y muchos más que sería excesivo señalar, a nadie debería extrañar el apretón de manos de una ministra de un gobierno progresista, con un pontífice latinoamericano con sensibilidad social. ¿Acaso no es reconfortante que nuestras autoridades políticas, o religiosas, aborden la problemática del trabajo asalariado, las consecuencias del cambio climático y los efectos de la pandemia? Desconozco cómo ha sentado en el seno del PP, o de VOX, el contenido de la encíclica Fratelli Tutti , o el de la Laudato si. Mucho me temo que no las han leído; creo que les importa un bledo su contenido. La discrepancia de los sectores más conservadores de la Iglesia Española con el Papa se palpa cuando estos muestran, sin recato, su perplejidad día tras día ante las declaraciones e iniciativas políticas del pontífice. Al despropósito, puntual si se quiere, de Macarena Puente, hay que añadir los desabridos comentarios de Isabel Díaz Ayuso respecto a la autocrítica papal a la labor ‘apostólica’ de la Iglesia en América; la acidez de la presidenta de Madrid ha conseguido descolocar a la misma Conferencia Episcopal. La guinda del pastel la ha puesto el incombustible Paco Marhuenda con un artículo que lleva por título Un Papa antiespañol, en el que acusa al argentino de chapotear en el barro del falso progresismo de la izquierda sectaria. Patético y triste a la vez. A estas alturas del serial, lo destacable ya no es si Yolanda Díaz se está confeccionando un traje a medida para aspirar a la Moncloa (personalmente creo que sí); lo relevante es el tormento de los celos que se ha apoderado de la derecha española al ver una ‘roja’ y al Papa sonreír en el Vaticano.

9.12.21

SIN PESEBRE Y MUCHAS MULAS

 

CON ESTRELLA, SIN PESEBRE


 Llámenme antediluviano, clasicorro o cascarrabias si lo prefieren, pero a un servidor le gustan los pesebres de toda la vida. Sí, aquellos en los que el buey y la mula cobijan de los rigores del invierno a un niño dormidito entre pajas. Lo mío no es beatería barata ni espiritualidad desmedida. No, simplemente me gusta el atrezo que crean los buenos utileros cuando intentan transportarnos a un idealizado portal de Belén en el que no faltan pastores, ovejitas y un cazo en la lumbre. No crean que maldigo la obra creativa de Jordi Darder y el paisaje navideño que se expande por calles y plazas de Barcelona; nada de eso, tan solo les digo que hay un vacío en la ciudad que no lo llena ni un abeto, ni unas bombillitas led a les que les falta vigor. A veces pienso que somos gente capaz de incorporar a nuestro universo simbólico costumbres y tradiciones que nos son ajenas mientras descuidamos las propias. Ni polemizo ni contrapongo modelos, tampoco cuestiono el gasto (eso queda para la batalla política). Bienvenido sea el diseño y la creatividad; bien conservado sea lo que merezca serlo. Constato, tan solo, que algo entrañable como la presencia de un pesebre en la plaza Sant Jaume se esfuma. Nos quedamos sin buey, mula, Virgen y San José pero ¡Zas! Ha nacido una estrella de cinco toneladas que iluminará la ciudad desde una torre de la Sagrada Familia. Se abre la veda para discutir si agrada o disgusta; si es una obra piadosa o, simplemente, un nuevo reclamo turístico.

LA MEJOR YOLANDA LA DE MILANÉS

 



YOLANDA Y SUS DILEMAS 


 Desde que Ivan Redondo apuntó, en un artículo para La Vanguardia, que Yolanda Díaz podía llegar a ser presidenta del gobierno de España, comenzaron a sonar alarmas. El consultor, metido a articulista, puso el motor de los rumores en marcha. Insinuo, frívolamente, que otro futuro era posible para la izquierda española; eso sí, un futuro aventurero, imperfecto, brumoso e indefinido. Atentos al hipotético espectáculo coral que se avecina algunos medios de comunicación también han optado por participar como animadores del cotarro. Convertir en estrella mediática, aunque sea por un tiempo, a un político/a en activo siempre da juego informativo. A la vicepresidenta del gobierno Sánchez, en La Sexta, le ríen las gracias y ella se deja querer. No hay nada más bello en el mundo que aparecer como abogada de los débiles y defensora de los desposeídos. Por desgracia la ética de la responsabilidad solo se les exige a los que, en última instancia, les toca decidir. Los demás pueden jugar tranquilamente a ser Robin Hood. Dicen que Yolanda Díaz es comunista. Poco importan las etiquetas. Quizás posea el carnet del PC pero es evidente que no viste con el típico guardapolvo color azul de los maoistas, tampoco con la trenca castrista o las camisetas anuncio de los chicos de la CUP. Nada de eso. A la vicepresidenta le gustan los trajes chaqueta de corte elegante y los vestidos largos útiles para todo tipo de eventos. Su discurso amartelado eclipsa el de Irene Montero, descoloca a Ione Belarra y la pone de los nervios. Disfruta recitando una oda, la enésima, a la transversalidad, como si ello fuera el antídoto que sana todos los males. Yolanda Díaz se prodiga en los medios, radio y televisión. Recientemente ha manifestado su voluntad de salir de la ‘esquinita’ de la izquierda para pasear libre por las alamedas lejos de las dos orillas. Ha afirmando que los partidos son percibidos como ‘un obstáculo’ por el ciudadano y que urge ‘construir un proyecto de país’. Nada nuevo en botica. En Francia e Italia llevan tiempo creando plataformas electorales de derechas e izquierdas, a veces exageradamente personalistas, con resultados dispares. Oyendo las palabras de Yolanda Díaz, y a pesar de su falta de concreción, me viene a la memoria la ‘alianza de las fuerzas del trabajo y la cultura’ que predicó Santiago Carrillo como linea estratégica de un PCE que soñaba con conquistar la hegemonía política y social ( Gramsci da mucho juego). Quien tuvo retuvo, y lo de la vicepresidenta es probable que tan solo sea un aggiornamento de las viejas tesis del eurocomunismo para la España del siglo XXI. A fin de cuentas no nos propone conquistar el poder de forma monolítica, como los viejos bolcheviques, sino ‘participada’. En el seno del PSOE, respecto a los movimientos de Díaz, hay diversidad de opiniones. Unos desean que las cosas le vayan bien, que su propuesta sea capaz de capturar los votos de la izquierda nómada o trashumante para seguir gobernando en coalición. Otros en cambio, la memoria histórica pesa mucho, desconfían. Los dilemas a los que se enfrenta Yolanda Díaz son, y serán, múltiples y diversos. A nadie se le escapa que su discurso no casa demasiado bien con el de algunos sectores de Unidas Podemos. La izquierda radical siempre han recelado de los personalismos. Su embrionario proyecto, en caso de prosperar, deberá dotarse de un programa político, un nombre y una estructura organizativa útil no solo para la agitación social, sino también para la presencia territorial y el combate electoral. De momento todo son fotos de amigas, ideas difusas y poca cosa más. Deberá protegerse de una presencia excesiva en el circuito mediático. Aparecer en pantalla hasta la saciedad no siempre se salda con un aumento de popularidad. Algunas veces la omnipresencia devalua el mensaje y la credibilidad del emisor. Los riesgos de errar se multiplican y los adversarios acechan. Pablo Iglesias le puede indicar, con conocimiento de causa, que camino es el del cielo y cual de ellos conduce inexorablemente al purgatorio.