El blog d'en Joan Ferran

27.4.22

MEMORIA

 




‘EL DILUVIO’ REPUBLICANO 

 Memoria histórica y memoria colectiva son sintagmas que utilizamos en lengua castellana para referirnos a la tarea, consciente y sistemática, que desarrollan algunos grupos humanos para recuperar los recuerdos del pasado. El uso de esos sintagmas como conceptos historiográficos no está exento de controversia. En este sentido, Tony Judt, intentó en más de una ocasión marcar la diferencia entre historia y memoria. Nos alertaba el pensador británico de los peligros que comporta sustituir la historia por una recreación del pasado ‘políticamente correcta’. Los nacionalismos son muy dados a este tipo de experimentos de cirugía estética. Otros, teóricamente progresistas, solo bucean en el pasado alrededor de lo que les interesa para justificar su discurso del presente. La amnesia inducida, o interesada, existe y solo así se comprenden algunos olvidos. No deja de ser paradójico que políticos -pienso, por ejemplo, en Carles Puigdemont y su fantasmagórico Consell de la República- en plena fiebre por aparecer como más republicanos que nadie, obvien referentes significativos del pasado. Deviene sorprendente su opción de Ignorar sistemáticamente a determinados medios de comunicación escrita de orientación republicana. Hoy en día el método fast food, y el ‘usar y tirar’, parece imponerse en el ámbito de la propaganda de las organizaciones políticas. La semana pasada se cumplieron noventa años desde que el periódico republicano ‘El Diluvio’ publicara, por primera vez, un ejemplar impreso en una nueva rotativa. La fecha fue recordada via tweter y alguien sugirió la idea de colocar una placa commemorativa en la fachada donde estuvo ubicada la redacción, en el numero 345 de la calle Consejo de Ciento. La propuesta me parece excelente. Ya va siendo hora de que en este país se recupere la historia de su prensa y, en especial, de la comprometida con los valores de la democracia y la libertad. Ignorar que desde mediados del siglo XIX hubo un periódico leído por las clases populares, tan atrevido como perseguido, no es de recibo. No crean que exagero. ‘El Diluvio’ fue, hasta su cierre en 1939, el gran diario barcelonés federalista y republicano de referencia en el que publicaron sus artículos insignes pensadores de la época. Compitió en difusión con La Vanguardia y fue uno de los puntos de encuentro de las diferentes familias del republicanismo. Para más detalles les sugiero el libro de Gil Toll titulado El Diluvio, la prensa y la Segunda República. A veces he llegado a pensar que el ninguneo de algunos prohombres de la patria hacia esta prensa, comprometida hasta las cachas con el republicanismo, viene determinada por haber estado escrita en castellano. Es tan notorio el sectarismo que emana del cenáculo de la ANC, de Waterloo y similares, que todo es posible. Los intransigentes olvidan que desde este periódico se apoyó sin fisuras el 14 de abril de 1931, se aupó a Macià y Companys y defendió el Frente Popular. Quizás ignoran también que algunos de sus directivos fueron fusilados o terminaron en el exilio, sus talleres y rotativas expropiados. Nunca diluvia a gusto de todos. Quizás ha llegado el momento de recuperar algo de esta memoria histórica específica contenida en las páginas de publicaciones como el mencionado Diluvio, La Batalla o Ultima Hora. No iría nada mal que los mandarines de la cultura oficial se pagaran una plaquita y prestaran atención a lo que significó en el pasado nuestra prensa escrita.
Publicado en Crónica Global

25.4.22

Grândola Vila Morena 🌹| Zeca Afonso | Revolución de los Claveles 25 ABRIL

22.4.22

DE SANT JORDI A LA FERIA DE ABRIL DE CATALUÑA

                                                              ROSAS Y CLAVELES 

  A Francisco de Quevedo se le atribuye uno de los más famosos calambures de la historia. Osó llamar coja a la reina Isabel de Borbón recitando en su presencia estos célebres versos: ‘Entre el clavel blanco y la rosa roja, su majestad escoja’. La cita viene a cuento porque a partir de mañana, si el tiempo lo permite, vamos a vivir rodeados de rosas hermosas y exultantes claveles; eso sí, sin la obligación de optar entre ellas. Sant Jordi quiere volver a nuestras vidas llenando las calles de gente, flores y libros. Hay en la ciudadanía un deseo irrefrenable de ocupar el espacio público, de pasear sin impedimentos, de respirar sin tapabocas. La primavera se viste de luz y colores, como en las canciones de Joan Baez y Nana Mouskouri. Y la Feria de Abril de Cataluña también vuelve al recinto del Forum con sus ofertas de ocio, gastronomía, música y baile. Su reino es el del clavel reventón, las sevillanas y la mezcla de culturas. Cuando las luces del Real se iluminen comenzaran los eventos, las autoridades leerán sus parlamentos y las palmas ya no nos abandonarán. El fino, el queso, el jamón y los ‘pescaitos’ harán las delicias del paladar. Antes nos llevaremos a casa, tradición obliga, un pedacito de buena literatura impresa en papel. Puede que incluso hayamos homenajeado a los Jordi conocidos y regalado una flor a la persona amada, o deseada. Rosas, claveles y libros para un final de mes de abril que parece querer ayudarnos a exorcizar penas y olvidar confinamientos.

19.4.22

GOOD BYE, COLILLAS

 GOOD BYE, COLILLAS

 

El tema va en serio. Este verano no se permitirá fumar en las playas del litoral barcelonés. Los médicos aplauden la iniciativa, los que no fumamos, también. Incluso me atrevería a decir que hasta los fumadores más empedernidos se tomarán la medida como un estímulo para intentar abandonar el tabaquismo. Se acabaron las colillas camufladas bajo la arena y los ceniceros improvisados en latas de refrescos. Las administraciones tienen la obligación de velar por la salud de las personas y el medio ambiente. Nada que objetar al respecto. Pero este confinamiento del cigarrillo al ámbito de la privacidad no está exento de una cierta nostalgia, de un cambio de actitudes. Lo que hasta hace unos años era un elemento complementario, ornamental si se quiere en algunos personajes, ya no lo será. Olvídense de los pitillos incandescentes en labios de Humpbrey Bogart; archiven en la memoria la boquilla de Audrey Hepburn; interioricen que el cigarrillo de James Dean, sinónimo de rebeldía, ha dejado de serlo. Olviden el sensual y sugerente ‘Fumando espero’ que nos cantaba Sara Montiel sorteando la censura. Pasó el tiempo de la pose y llegó el del culto a la salud del cuerpo. Eso sí, para esas nuevas generaciones que aman y recuperan  vinilos siempre quedara la foto de Jacques Brel, sentado en la mesa de un bar ante una jarra de cerveza y una cajetilla de tabaco. Lleva un cigarrillo en la mano, con la mirada suplica: ‘Ne me quitte pas’. Sí, llegó el momento del: good bye colillas.

Sara Montiel - El último cuplé - 08 - Fumando espero

NO TOMARÁS EL NOMBRE DE LA REPÚBLICA EN VANO

 


LA REPÚBLICA COMO COMODÍN 





 En el ámbito de la política también se prodiga el intrusismo. Se dan paradojas dignas de atención, merecedoras de ser comentadas desde la chanza despreocupada y la cuchufleta. Personajes y partidos que jamás se manifestaron como republicanos de pro se reclaman ahora de ello. Son los conversos que no dudan en crear organismos fantasmagóricos, como el autodenominado Consell de la República, o expedir carnets de Identidad digital republicana. En Waterloo los Puigdemont, Comín y compañía viven de ello. Sus ancestros fueron requetés de boina roja, pero ellos dicen haberse encasquetado el gorro frigio y los valores republicanos. Otros, que nunca festejaron el 14 de abril, lo quieren convertir ahora en un evento a celebrar de forma oficial y permanente. Entre los primeros se hayan los epígonos de Jordi Pujol y Artur Mas, los que presumían del ‘tranquil Jordi tranquil’. A esos no les molestaba lo más mínimo que al president de la Generalitat se le homenajeara, desde las páginas de la caverna mediática, como el Español del año. Sostenían con descaro que el presidente catalán era todo un estadista, alardeaban de que se tutease sin complejos con el Rey Juan Carlos I. Entre los segundos estan los de ERC. Ahí se encuentran los admiradores de los hermanos Badia, Josep Dencàs y Heribert Barrera. Los correligionarios de Pere Aragonès intentan mantener vivas las ascuas del independentismo en un momento en que las bases nacionalistas vegetan desnortadas. Nada mejor para avivar el fuego patrio que conmemorar, por primera vez, la proclamación de la República el 14 de abril y recordar con emoción las palabras de Francesc Macià desde el balcón de la plaza de Sant Jaume. Hace noventa y un años de aquello pero, para algunos políticos, rememorar la historia es una tentación que da réditos electorales. En el combate por lograr la hegemonia en el cosmos secesionista ambos competidores invocan con descaro la República, la usan como comodín. Su pelea es a muerte. Reconozco que es harina de otro costal pero sería injusto obviar y no mencionar a fuerzas políticas -como los Comunes o Podemos- que se consideran los paladines de la causa republicana. Lo son pero sin poseer la exclusiva. A algunos de ellos les hemos visto transitar del peronismo y el chavismo al posmodernismo de Judith Butler, cierto, pero no se percibe en su republicanismo oportunismo sino coherencia con su relato de siempre. Juegan con otra baraja, la del Tarot. Su carta es El loco: un joven que combina sabiduría e insensatez y que, muchas veces, no se sabe a donde va. Pero este tema lo dejaremos para mejor ocasión. En resoluciones asamblearias y manifiestos Aragonès y los independentistas intentan vendernos ese sofisma que dice: ’implementemos la República y recuperemos el hilo rojo de los presidentes Macià y Companys’. Cuando ello sucede uno sospecha que juegan a confundirnos y surge la pregunta. ¿De que República nos hablan? ¿De una virtual? ¿De la que duró unos segundos? De repúblicas las ha habido y las hay de muchos tipos. Hay republicanos serios y también los hay de bandera de conveniencia. Pere Aragonès quiere vendernos un mañana republicano. Está en su derecho hacerlo, aunque muchos catalanes preferiríamos que nos ofertara una gestión del presente más digna y edificante que la actual. Es su obligación como gobernante. Como sugerencia, a los que usan la República como comodín, les recomendaría un mandato casi bíblico: No tomes el nombre de la República en vano.

12.4.22

UN POCO DE ARTE

 

                                           EL GATO Y EL ARTE PUBLICO

 Ya no es un minino rechoncho y vagabundo en busca de un buen cojín. El gato de Botero mora en el corazón de la Rambla del Raval. Allí, su redondeado cuerpo de bronce da la bienvenida a vecinos, turistas y visitantes. Hay quien dice que cuando arrecia el viento se le oye ronronear. Pero el felino también tiene sus días tristes, aquellos en que los energúmenos osan pintarrajear sus partes, tirarle de los bigotes o mojarle las patas con orines. La zafiedad de los vándalos no tiene fronteras. A Las Pajaritas de Ramon Acín, en el barrio del Clot, les ocurre algo parecido; al Dragón de Andrés Nagel de la España Industrial también; al Submarino de Josep Riera i Aragó, tres cuartos de lo mismo. Hay quien dice que el deterioro del espacio público conlleva la degradación de las obras de arte. Seguro que sí. Otros opinan que el mantenimiento del arte público y de los monumentos de la ciudad es deficiente. Quizás sea cierta esa afirmación, pero poco se puede hacer si el presupuesto existente lleva más de diez años congelado. Muchas administraciones construyen equipamientos, realizan obras espectaculares o compran monumentos sin contemplar la conservación. Cuando ello ocurre y el abandono es manifiesto, la espiral del deterioro parece no tener fin. Una pena infinita se apodera de nosotros cuando La Ola, de Jorge Oteiza, sucumbe bajo los grafitis o La Deesa, de Josep Clara, se ahoga bajo las heces de las palomas. Toca combatir el incivismo, pero también corregir errores.

JUNTS NOS LLEVA A LA EDAD DE BRONCE

 


EL TERRARIO DE PUIGDEMONT



 Llega a mis manos el último comunicado del autoproclamado Consell de la República. Lo leo y no acierto a comprender cómo personas presuntamente inteligentes, y con una cierta cultura política, lo suscriben y se dejan fotografiar sonrientes flanqueando a Carles Puigdemont. Que lo hagan Toni Comín, Aurora Madaula o Antoni Castellà tiene una cierta explicación pecuniaria, otros, que se sepa, no tanto. Uno tiene la sensación de que en el microcosmos de Waterloo se vive de espaldas a los cambios que acontecen tanto en España como en el mundo. Para los habituales del chalet todo sigue igual, aunque Pablo Casado haya dejado paso a Feijóo en la presidencia del PP, a pesar de que en la política francesa pueda saltar la sorpresa, de que Zelenski hable del Guernica o que Marruecos vuelva a ser un buen vecino. Para los que moran en el chalet todo es secundario excepto lo suyo. Ademas, hay consigna: lo que acontece en la guerra de Ucrania mejor no abordarlo. Tras el putinesco resbalón de los Alay and company se impone hacer mutis por el foro. Es mejor vegetar en el limbo de los mantenidos a la espera de que los electores fieles sigan depositando religiosamente su voto en la urna. Así las cosas, a los de Junts les importa poco que en el parlamento europeo les miren de reojo. Aducen que si le cierran el micrófono a Toni Comín o a la belicista Clara Ponsatí, es porque en Bruselas hay una mano negra que mueve los hilos para fastidiarlos. Releo la declaración política del Consell de la República y llego a la conclusión de que los Waterloo quieren condenar a sus seguidores a vivir entre las paredes de un terrario. Sí, en un espacio cerrado y acristalado en el que sea factible recrear y reproducir, de manera tan artificial como sentimental, las condiciones de un momento emocional específico, de un momento que, en su día, algunos identificaron como un viaje colectivo a Itaca. En este terrario político que ha dispuesto la camarilla de Puigdemont se critica, sin rubor, a los partidos (por supuesto, y sobre todo, a los independentistas) por su incapacidad para definir estrategias en pos de la autodeterminación; se propone retornar a los tiempos del 1-O y a pasar de la resistencia a la confrontación; se sataniza la mesa de diálogo con el gobierno español y se prodigan los zasca contra Aragonès y ERC. En conclusión: una vuelta a la Edad de Bronce del procés. Nos quieren meter de nuevo en el túnel del tiempo para repetir errores y horrores. La vida de un hombre acostumbrado al verso libre puede devenir muy complicada si se le pretende confinar en un terrario. Quizás por ello el secretario general de Junts, Jordi Sánchez, da un paso al lado y abandona el cargo. Lo hace sin excesiva estridencia, no sin antes sugerir que el universo independentista debe consensuar un mínimo común denominador. Sostiene Jordi Sánchez que, para poder plantear con solvencia tesis ante el estado, es imprescindible una unidad de criterio que hoy no existe. Se va reclamando un espíritu de grupo por encima de los múltiples y variados proyectos personales que cohabitan en Junts. Pero por mucho que Laura Borràs, Jordi Turull, Albert Batet y tutti quanti se empeñen en introducir a los catalanes en la lógica del terrario político pergeñado en Waterloo, hay liderazgos que se desvanecen y movimientos que tienden a contradecirse y diluirse. Corren tiempos líquidos.