El blog d'en Joan Ferran

27.2.23








LOS FRIKIS DEL PROCÉS 

Un libro irónico y divertido que retrata palabras y acciones de los personajes más esperpenticos del mundillo independentista. Ya está a la venta. Puedes pedirlo via internet. También a edicioneshildy@gmail.com

24.2.23

LOS MISTERIOS DE MACARENA OLONA


 

El periodista-mensajero siempre corre peligro de ser escarnecido. Estos últimos días se han prodigado los ataques contra Jordi Évole acusándolo de dar voz al fascismo. Su entrevista a la que fuera secretaria general del Grupo Parlamentario de Vox en el Congreso, Macarena Olona, ha levantado tantas críticas como expectación. A los quejosos -de derecha y de izquierdas- les trae sin cuidado que las confesiones de la entrevistada sean relevantes, que aflore el malestar latente en el seno del partido e insinue poderes ocultos. A mi, al igual que a muchos ciudadanos, el tema me atrae. El ex presidente del Senado, Manuel Cruz, no se cansa de repetir que en este país hay más gente dispuesta a proclamar lo que rechaza que en mostrar lo que propone.

¿Voz al fascismo? No me gustan los debates nominalistas rebozados de apriorismos y pasión. Quizás por deformación académica me niego a etiquetar a Vox como un partido fascista. No vean en ello benevolencia ni justificación alguna. Todo lo contrario. Tan solo expreso el deseo de recuperar el nombre especifico de las cosas. Santiago Abascal no es un Ramiro Ledesma Ramos ni un Onésimo Redondo,  es tan solo un político ultra reaccionario y conservador. Vox no es el típico colectivo de nostálgicos que desfila con camisas negras, pardas o azules y banderas rojigualdas estampadas con una ave rapaz. Nada de eso. Vox es la versión carpetovetónica de los Donald Trump y Bolsonaro. Lo de Vox es una amalgama de pensamiento anti-feminista sazonado con negacionismo histórico y laissez faire climático. Es también una puesta al día del integrismo reaccionario del viejo carlismo, de la verborrea parlamentaria del Partido Nacionalista Español de José Albiñana y de los escritos de Vázquez de Mella. Eso sí, con guiños y referencias constantes a personajes de la extrema derecha global como Aleksandr Dugin, -amigo de Putin- y envidia manifiesta a Marine Le Pen y Giorgia Meloni. Es también un regreso al Gabriele D’Annunzio que creó para sí, y para los suyos, una burbuja irreal y un discurso que la lógica política se encargó de doblegar. Por cierto, el mismo D’Annunzio que Jordi Pujol cita en sus primeros escritos recién reeditados. Guste o no, Vox está ahí, en las instituciones, con un nutrido grupo de concejales y diputados cogobernando en Castilla León. Y todos sabemos que su ascenso no obedece a unas elaboradas y atractivas propuestas programáticas, si no a la explotación –sin duda demagógica- de las asignaturas pendientes que los gobiernos de turno no han logrado aprobar. A saber: la inseguridad ciudadana, la inmigración, el conflicto territorial y las políticas de género. Ahí está el combustible que ha llevado a los reaccionarios a las instituciones y no la exaltación del fascismo.

Se lo dijo en cierta ocasion Giulio Andreotti a Alfonso Guerra: ‘Es verdad que el gobierno desgasta al que lo ejerce pero mucho más desgasta la oposicion’. Y en Vox se aprecia ya la fatiga de los materiales. En este sentido el caso de Macarena Olona deviene paradigmático. Los pésimos resultados obtenidos en las elecciones andaluzas actuaron como detonante. Su salida de la dirección dejó al descubierto la falta de unidad del partido y el descontento de las bases. Las ruedas de prensa de la alicantina denunciando la ausencia de democracia interna, el amago de creación de un nuevo partido, la retirada de Ortega Smith y el caos alrededor de Ramon Tamames han desestabilizado a Vox. Las insinuaciones de Macarena Olona en el programa de Jordi Évole de la Sexta proyectan sobre el partido que capitanea Santiago Abascal numerosos interrogantes. Macarena Olona lanza preguntas interesantes sobre la naturaleza de Vox tales como: ¿Quién manda desde la nube? ¿Es Vox, por ventura, un partido oscuro? Tiempo al tiempo para obtener respuestas. Los cordones sanitarios de los radicales, autodenominados antifascistas, suelen fallar. El abecé de la política recomienda escuchar y estudiar al adversario para, posteriormente, opinar y actuar con conocimiento de causa. 

7.2.23

TRIAS & COLAU.....O LA RETROALIMENTACIÓN

 





NO HAY DOS SIN TRES, O CUATRO 


 Los últimos sondeos demoscópicos nos sugieren que, en estimación de voto, en Barcelona hay cuatro candidaturas con opciones a conquistar la alcaldía. Tras la aprobación de los presupuestos, y la languidez del procesismo, a nadie se le escapa la importancia política de lo que ocurra en la capital de Cataluña. Consciente del empate que reflejan las encuestas, Ada Colau, compinchada con Xavier Trias, publicitó un desayuno con un mensaje malévolo, preñado de pensamiento binario. Ustedes lo podrán comprobar cotejando las declaraciones de ambos. Los dos aspirantes andan empeñados en reducir la batalla electoral a tan solo dos ecuaciones posibles, las suyas, negando la complejidad del asunto y orillando otras opciones en liza. Este modo de proceder es la resultante de estructurar razonamientos a partir de conceptos precarios, simples y esquemáticos. El maniqueismo vuelve al debate político de la mano de los Comuns y de Junts. Nos insinúan que el futuro de la ciudad es solo cosa de dos modelos irremisiblemente condenados a luchar el uno contra el otro. Los demás ni existen ni se les espera. No le faltan a la actual alcaldesa apologetas y escribas para airear su tesis. Pienso por ejemplo en Paola Lo Cascio, la politóloga que en artículos de prensa reduce lo que se cuece en estas elecciones a dos propuestas antagónicas de ciudad. Para ella Jaume Collboni y el sempiterno Ernest Maragall solo pueden ‘aspirar a modificar, orientar o complementar uno de los modelos’. Me resisto a aceptar esta polarización simplista aunque me la vistan de programa o de supuesto proyecto de ciudad. Mas allá de los discursos y la publicidad institucional, el ciudadano ya ha interiorizado quien es quien. Sabe cuales son los males que aquejan a la metrópoli y qué recetas han aplicado sus gobernantes. También saben quien ha actuado desde el consistorio -o la Diputación- como bálsamo, cuando el postureo o el ideologismo se ha salido de madre, y quien no. Movilidad, vivienda, sostenibilidad y servicios públicos han sido a lo largo de todo el mandato motivo de controversia. Limpieza, fiscalidad, seguridad ciudadana, okupaciones y relaciones institucionales o con el tejido empresarial, fuente de discordia entre los socios. Cuando alguien en plena campaña electoral, o en artículos de prensa, nos sugiera el combate a muerte entre dos mundos antagónicos habrá que sacar a escena al viejo Aristóteles. El filósofo de Estagira solía explicar que la virtud se halla en el justo medio, entre los extremos. Para él, quizás también para miles de nuestros conciudadanos, lo idóneo era y es buscar el equilibrio. Considero que, en estos tiempos de zozobra, el personal es lo suficientemente inteligente para no caer en el interesado y excluyente maniqueismo político que promueven Trias & Colau. El punto medio entre dos extremos no puede ser un complemento ni un retoque cosmético sino una mixtura entre prudencia y racionalidad. No se trata de maquillar los excesos sino de poner en valor el equilibrio y la experiencia de gestión. Tanto Jaume Collboni como Ernest Maragall representan opciones políticas solidas dispuestas a demostrar que no hay dos sin tres, incluso sin cuatro. Y, en el caso del candidato socialista, se da además una circunstancia añadida: es el personaje mejor posicionado y versátil a la hora de relacionarse o establecer pactos con otros partidos. A mi modesto entender, nuestras ciudades y pueblos necesitan aparcar tanto los esquemas ideologistas de algunos, como las supeditaciones a intereses de terceros de otros. El municipalismo precisa de una buena dosis de sincretismo político, prudencia y sentido común. Tras una década de Procés paralizante conviene devolver protagonismo a pueblos y ciudades, y hacerlo sin planteamientos maniqueos o polarizantes. Lo dicho: ‘No hay dos sin tres...’.

¿CAERAN LOS BLOQUES?

 

MARTILLOS NEUMÁTICOS 



 Hace pocos días, en el marco de un seminario sobre el papel geopolítico de Europa, Javier Solana, ex ‘Mr PESC’, mostró su preocupación por la polarización política y social que se observa en algunos países del mundo occidental. Aludió en concreto a los EE UU de América donde, según su criterio, la ciudadanía se halla dividida social y políticamente en dos bloques antagónicos en continuo conflicto y cada vez más encerrados en sí mismos. En el debate subsiguiente, y al hilo de lo expuesto, Salvador Illa reflexionó acerca de la polarización política y social que también se ha podido observar en Cataluña. El dirigente socialista habló de la necesidad de superar esa situación y pasar de pantalla mediante el diálogo. Hay quien piensa que en España, con la entrada en la escena parlamentaria de partidos políticos situados en los extremos del espectro ideológico, se ha propiciado la consolidación de bloques opuestos e irreconciliables. Lo cierto es que el radicalismo de algunos de estos nuevos actores ha contribuido a complicar la agenda política, la elaboración legislativa y la buena la gestión en las instituciones. Es evidente que la introducción de planteamientos maximalistas genera un arrastre hacia los extremos, un atrincheramiento, que impide acuerdos puntuales y pactos transversales. Esto ocurre, por ejemplo, en la política española, donde Ione Belarra y Santiago Abascal intentan respectivamente marcar la linea de PSOE y PP. Lo procuran sobre el eje derecha-izquierda, con aderezos de contenido territorial o patriótico. Ambos contribuyen con sus declaraciones en los medios de comunicación, a la polarización de la sociedad española y la consolidación de bloques antagónicos. Otro tanto se observa en Cataluña, pero aquí la contradicción principal se da entre el constitucionalismo y el independentismo con un toque, si me apuran y para despistar, de aditivo social. En Barcelona son los Jordi Turull, Laura Borras y compañía -hasta hace poco también Oriol Junqueras- los partidarios de los bloques irreconciliables, la polarización de la sociedad y el todo o nada. Hasta hace pocas semanas el PSC era un apestado cómplice del 155 con el que no se debía hablar ni pactar. Terrible. Se ha contaminado tanto al ciudadano con el mensaje que se desprende de los bloques ideológicos enfrentados que va a ser complicado recuperar la normalidad. Reconstruir puentes no va a ser fácil y tampoco vencer apriorismos. ¿Cómo intentar hacerlo? Muy sencillo. Exigiendo a nuestros representantes políticos un sobre esfuerzo para articular acuerdos sobre los grandes temas de país. En Cataluña, por ejemplo, una aprobación pactada de los presupuestos puede ser el comienzo de un nuevo periodo, de una amistad sin derecho a roce. En España no estaría nada mal abandonar la guerra de declaraciones cruzadas y la bronca, para intentar converger en temas de Justicia y Defensa. Urge romper los bloques estancos en los que se encasillan los políticos que no se atreven a tomar decisiones. Para avanzar y salir del atolladero conviene arriesgar. Solo al dirigente que arriesga se le reconoce la capacidad y el don del liderazgo. Pedro Sánchez suele hacerlo y, de momento, la suerte le acompaña. En Cataluña necesitamos políticos armados con martillos neumáticos, capaces de cincelar los bloques y cordones sanitarios que a lo largo de diez años de Procés han paralizado este país. Salvador Illa, Pere Aragonès y sus respectivos partidos arriesgan y eso es loable. Las decisiones que están adoptando estos últimos días no son baladís ni están exentas de efectos colaterales, ventajas e inconvenientes. Seguro que sí, pero todo parece indicar que en Cataluña la marmota despertará de su hibernación, como marca la tradición, en febrero. Eso es bueno. Si los martillos neumáticos abren ventanas en los bloques de la cerrazón respiraremos mejor.