El blog d'en Joan Ferran

26.7.22

XAVIER Y ERNEST, O VOLVER AL MESOZOICO

 






   XAVIER TRIAS 

 Todos tenemos nuestro puntito de vanidad. El ex alcalde de Barcelona, Xavier Trias, también. El hombre goza dejándose querer. La huida de Elsa Artadi trituró la lista de Junts para las elecciones municipales; cierto, pero las propuestas para la sustitución de la número uno no se han hecho esperar. Unas no pasan la nota de corte por bisoñas; otras, no son de fiar por su trayectoria política diletante. Y Trias, con la euforia de un niño, cuenta a la prensa que la gente lo anima a que se lance a la batalla por la Alcaldía. Reconoce que es mayor, setenta y seis, pero por lo bajines aduce que Ernest Maragall atesora cuatro otoños más que él. Veterano del pujolismo, consciente del desconcierto en que vive su partido, no está para trifulcas internas y pone condiciones: Esperar el resultado del congreso de Junts y que las reservas de Laura Borràs sobre su candidatura se diluyan. A favor suyo juega que la presidenta no está para demasiados trotes. Cuando Artadi tiró la toalla, un asesor aúlico, sacando a Trias del congelador, propuso articular con él una ‘Operación Biden’ a la catalana. Et voilà! Ya han saltado por los aires barómetros, encuestas y sondeos al uso. En política todo muda tan rápido que nadie se atreve a conjugar el futuro, y menos aún con retazos del pasado. Gestionar hoy una ciudad europea poco tiene que ver con las dinámicas de ayer. La gestión de Xavier Trias como alcalde careció de sello propio. Se limitó, tan solo, a continuar lo proyectado por el equipo de Jordi Hereu.

VAYA PEÑA !!!

 


LOS ESTIGMAS DE JUNTS 





 Me consta que no han tenido tiempo de hablar de la salud del arpitano. El encuentro en Ginebra, ciudad por antonomasia del convenio y los acuerdos, de Jordi Turull y Marta Rovira, perseguía objetivos políticos y no culturales. Según palabras de sus protagonistas, se trataba de ‘tejer una estrategia compartida’, tanto en el Govern como en seno del movimiento independentista. Tarea harto difícil, cuando sobre la mesa aún está por dilucidar qué piensan las bases de Junts sobre la cohabitación en el ejecutivo catalán, la posición respecto a la mesa de diálogo con el gobierno español y el asunto de los ‘trapis’ en formato de traca final. El juicio contra Laura Borràs va a tensionar aún más las relaciones con los socios de Aragonès. Tras las declaraciones de Carme Forcadell y Oriol Junqueras, parece poco probable que ERC obvie la aplicación del reglamento de la cámara catalana respecto a los imputados en casos de corrupción. El decorado ha cambiado y los actores asumen nuevos roles. Los republicanos están empeñados en aparecer ante el electorado como un partido de gobierno fiel a sus principios, serio y sosegado. No en vano, en el Consell Nacional de ERC del pasado sábado, Junqueras insistió hasta la saciedad en la necesidad de perseverar en el diálogo. Algunos sectores de los republicanos acarician incluso la idea de soltar lastre, de irse alejando paulatinamente de la radicalidad de Junts, y buscar resuello en otras formaciones aguardando nuevos escenarios políticos. Con Jéssica Albiach ya lo han intentado, con Salvador Illa aún no se atreven. Jordi Turull ha ido a Ginebra a tejer complicidades; quizás sí, pero todos sabemos que, de momento, más allá del mantra ‘amnistía y referéndum’ no hay nada nuevo bajo el sol. Carles Puigdemont, Jordi Sánchez, Elsa Artadi y unos cuantos más, se han apartado del eje central del partido, y se nota. El Junts de hoy ha perdido glamour y arrastra un montón de estigmas; tantos, que ha devenido un socio incómodo y devaluador de la acción del gobierno catalán. Cuando el TSJC acusa a Laura Borràs de un delito continuado de prevaricación, fraude administrativo, falsedad en documento mercantil y malversación de caudales públicos, un automatismo mental nos conduce al famoso 3%. Y cuando colegas del partido de la presidenta del Parlament cierran filas a su alrededor, uno recuerda cómo Turull, portavoz convergente en la comisión de investigación del caso Palau, negaba con desfachatez la evidencia del 3%. Luego llegaron los Pujol, las ITV,  Andorra y, hace cuatro días, un asuntillo de mascarillas. La mácula del 3% perdura. Nadie podía imaginar hace apenas un par de años, que Madrid sería el escenario de una cumbre de la OTAN, que los europeos iban a incrementar sus gastos en defensa, y que los mandamases del mundo iban a fotografiarse ante un cuadro de Velázquez en el museo del Prado. Junts lleva en su hoja de servicios el estigma de haber coqueteado con Vladimir Putin. A estas alturas de la película, con la que está cayendo en Ucrania, en la mayor parte de las cancillerías europeas toda prevención es poca cuando se aproximan los amigos de Puigdemont. Junts se ha empeñado en actuar obsesionado por la figura de un líder. El estigma del mesianismo no les abandona. Obsesión que ha legitimado un personalismo fronterizo con el fanatismo y una indefinición como colectivo político respecto a su ubicación en el eje de lo social, lo económico y lo ideológico. Ni de derechas ni de izquierdas: ¡Independencia! Al más puro estilo populista, Junts aboga por la confrontación contra el estado español repitiendo así los errores del procés. Pedro Sánchez les emplaza a acudir a la mesa de dialogo, pero el Junts más negativo sigue encarcelado en su relato victimista. Y ahí es donde ERC no transige y recuerda, con palabras de Junqueras, que los de Puigdemont les han dejado solos muchas veces. Demasiados estigmas en Junts para tan escaso discurso. Y vienen elecciones.

SUMAR O NO SUMAR ESA ES LA CUESTIÓN...

 

                                               COMUNISTAS DE AYER Y DE HOY
 El PCE ha celebrado su XXI Congreso y Yolanda Díaz está intentando ordenar  los dígitos de Sumar. Los usuarios habituales de las cavernas del sado político, no han tardado ni un instante en valorar negativamente ambos eventos y en proferir epítetos vejatorios contra la vicepresidenta y sus camaradas. Sí, lo confieso, me molesta e irrita que la derechita, y la derechona, utilicen la palabra ‘comunista’ como insulto, como arma arrojadiza contra el adversario político. Los conceptos, cuando se verbalizan de forma gratuita e inapropiada, suelen contener semillas de odio e intolerancia. Lo mismo ocurre cuando el término fascista es usado para descalificar, sin motivo, a los discrepantes. Me duele el uso sucio del adjetivo comunista como reproche, porque en este país fueron miles los hombres y mujeres que, jugándose el tipo, lucharon por la democracia y la libertad bajo las siglas del PCE o del PSUC. A la memoria acuden, entre otros, los nombres de los Solé Barberá, Puerto Otero, Marcelino Camacho, Antonio Gutiérrez Díaz o Jordi Solé Tura. A muchos de ellos tuve el honor de conocerles y compartir anhelos de libertad desde una mirada política distinta a la suya. Puedo dar fe de su honestidad, de su amor a la humanidad y de su lucha por la democracia, y eran ¡Comunistas! Otros como Semprún, Claudín o Santiago Carrillo intentaron, a su manera, abrir el camino de la reconciliación nacional. Acháquenles todos los sanbenitos que quieran, cometieron infinidad de errores; cierto, pero el balance global no deja de ser positivo. Para otra ocasión dejaremos a los que, como Enrico Bérlinguer, trazaron en Europa nuevas sendas para la izquierda. El Partido Comunista de España no es el PC de China. El Congreso de los comunistas españoles no tiene ni la relevancia ni la trascendencia del de los asiáticos. Obvio, pero en las actuales circunstancias políticas cualquier movimiento tectónico en las filas de la izquierda tiene su importancia. Encuestas y sondeos indican que el suelo electoral se mueve y que el futuro es cada vez más volátil e imprevisible. El proyecto de Yolanda Díaz puede augurar un nuevo gobierno de coalición progresista en España; quizás sí, pero su dinámica también contiene los viejos tics cainitas de las izquierdas. El XXI congreso del PCE ha puesto de nuevo de manifiesto que tanto el debate sobre las alianzas, como el de la OTAN, enturbia la unidad de acción de los progresistas en España. La elección de Enrique Santiago como secretario general del PCE ha sido ajustada y poco placida. No lo puedo remediar. Cuando oigo a la vicepresidenta presentar Sumar como ‘un movimiento ciudadano que busca un nuevo contrato social’ pienso en Santiago Carrillo. Sí, en aquel secretario general del PCE que proponía una gramsciana ‘Alianza de las fuerzas del trabajo y la cultura’.
 El veterano dirigente comunista decía : ‘el partido no aspira a conquistar el poder para él, monopólicamente, sino a un poder en el que participen y cooperen, según su peso real, los diferentes grupos representativos de esas fuerzas, en una emulación por el progreso, el socialismo y la democracia’. A veces pienso que las propuestas de Díaz son una especie de aggiornamento del comunismo post guerra fría, con la incorporación del término ‘contrato social’ de Rousseau y un toque de épica buenista. Lo comentaba al inicio de estas lineas. Me enojan las bravatas que equiparan a la izquierda de la izquierda con Pol Pot y otras hierbas. Me duele que algunos jueguen a satanizar cualquier iniciativa de los herederos de la hoz y el martillo. Lo que va a dar de sí el proceso de escucha y suma de Yolanda Díaz ya se verá. Si Unidas Podemos le deja, claro está.

DALE GAS !!

 

TAURINA PARA EL PSOE 



 A lo largo de los últimos tiempos nada de lo ocurrido en el mundo nos ha sido, y nos es, ajeno. Las pandemias, la guerra de Ucrania, las crisis climáticas y energéticas y la inflación nos afectan, situando contra las cuerdas a todos los gobiernos europeos. Para rematar la jugada, algunos países contamos con nuestros dramas particulares en forma de incendios, sequía o erupción de volcanes. Cuando las cosas se ponen feas los ciudadanos se inquietan. Unos exigen a sus gobernantes soluciones rápidas y contundentes aunque, en su fuero interno, piensen que no son fáciles de articular. Otros prefieren el rompe y rasga, dando pábulo a los vendedores de paraísos en la tierra. A Pedro Sánchez no le es menester leer el futuro en los posos del café. El presidente español sabe que lo acontecido recientemente en las elecciones de Andalucía es un aviso que no tiene nada de esotérico. Si algo no le falta a Sánchez es un punto de Sturn und Drang, de optimismo y de redescubrimiento de la historia como fuente de energía. Tampoco le falta audacia y ese espíritu de superación trabajado que poseen los que alguna vez practicaron deportes de competición. El presidente le ha inyectado taurina al PSOE. Un antioxidante que refuerza el sistema inmunológico y muscular. Le ha faltado tiempo a Cuca Gamarra para descalificar las iniciativas del secretario general del PSOE. Para ella y sus correligionarios los cambios son estéticos. Aduce la portavoz popular que el problema, tanto de España como del socialismo español, es el ‘sanchismo’. Sanchismo es el nombre burlón y satírico que suele emplear el PP para señalar el mal que, según su retórica, castiga a España y a los españoles. Sanchismo también es el nombre con el que aspiran a soliviantar a socialistas nostálgicos para que reivindiquen volver a las formas rituales del pasado. En honor a la verdad, cada vez que utilizan ese término deberían pagar derechos de autor al diputado de Ciudadanos, poseedor del copyright, que acuñó la palabreja. Y lo cierto es que, con la incorporación de pesos pesados a la dirección del partido como Patxi Lopez, Pilar Alegria o María Jesús Montero, se restañan buena parte de las heridas que ocasionaron los procesos congresuales y de primarias de los últimos años. Las incorporaciones de Miquel Iceta y Eva Granados al núcleo pensante y ejecutivo del socialismo español, aportan un enfoque made in PSC nada despreciable de cara a los tiempos venideros. Cuando Cuca Gamarra vaticina el ocaso y la descomposición del sanchismo, olvida que es precisamente su partido el que adolece de una estructura partidaria en Cataluña y el País Vasco capaz de sumar escaños para conseguir mayorías; olvida que la socialdemocracia es un ave de larga vida, el ave fénix de la política capaz de renacer de las cenizas. Pedro Sánchez ha dado un golpe de timón para reorientar el rumbo del ejecutivo y fortalecer la cohesión interna de su partido. Los socios de gobierno, con sus purgas y trifulcas no ayudan a ello. Cierto, pero su futuro, y el del PSOE, dependerá de como sortee el vendaval económico y social que se aproxima. En momentos difíciles y delicados el ciudadano, contradiciendo encuestas y sondeos, opta por valores seguros y probados frente a aquellos que no se sabe si bajan o suben.El presidente le ha dado taurina al socialismo español. Ahora hay que ver como le sienta a su metabolismo.

1.7.22

´MÁS QUE VALLAS...

 

LAS OTRAS VALLAS 


 Me cortan el pelo y retocan la barba en una peluquería de l’Eixample; la gestiona a las mil maravillas una familia magrebí afincada desde hace tiempo en Barcelona. Necesito con frecuencia un tratamiento de reflexología podal; sin él los huesos y articulaciones de mis pies sufrirían lo indecible. Las manos de Lin, una chica oriental, son puro bálsamo curativo. Confío mis ojos a la mirada atenta del doctor Mansur. Él es un oftalmólogo sirio de probado prestigio. Mi cafetería favorita la regenta un matrimonio catalano-argentino. Trato afable, precios contenidos y raciones abundantes son marca de la casa. Mi vecina del cuarto, Doña Vicenta, pasea cada día acompañada de una joven latina que tira de silla de ruedas, le cuenta historias y la cuida con esmero. No se como llegaron todas estas personas hasta España, ni me atrevo a preguntar. Desconozco si en algun momento tuvieron que burlar la legalidad o saltar una valla con concertinas. Solo se que son seres humanos, que ya son parte integrante de una comunidad que no anda sobrada de personas honestas y trabajadoras. La tragedia de lo sucedido en la valla de Nador y Melilla da que pensar. Cierto, pero también debería hacernos reflexionar otro tipo de vallas que arremeten contra la dignidad humana. Algunos prepotentes practican el desdén hacia gentes de otras latitudes que han optado por vivir honradamente en este país. Levantan vallas discriminatorias con palabras aceradas que rasgan sentimientos. Esas no se ven, pero existen. Publicado en 20 Minutos

¿LOS 'TRAPIS' DE BORRÀS TAMBIÉN SON REPRESIÓN?

 



LA ‘REPRESIÓN DEL ESTADO’ 


 La reunión del ministro Félix Bolaños y la consellera Laura Vilagrà, no pasó de ser el típico aperitivo destinado a abrir boca y entretener al estómago. Cuentan fuentes bien informadas, que el encuentro sirvió tan solo para confeccionar el menú que Pere Aragonès y Pedro Sánchez degustarán alrededor de una mesa antes de los calores de agosto. ERC necesita reunirse con Sánchez para demostrar a seguidores y competidores, que puede influir en la agenda del presidente español. Le basta con poner cara de pocos amigos y soltar un par de invectivas contra su enemigo secular para hacer méritos. De momento, misión cumplida. Por su parte, a Pedro Sánchez le interesa recuperar la iniciativa política -ya lo ha hecho estos días con las medidas sociales aplicadas contra la crisis- huyendo del subidón de la derecha tras las elecciones andaluzas y acallando, de paso, el runrún de los barones habituales. En esta tesitura me atrevería a sugerir que, por el bien de Cataluña y de España, convendría que las reuniones y mesas de diálogo se dilataran en el tiempo. A pesar de la relativa cercanía de las elecciones municipales, ni a socialistas, ni a republicanos, ni al país, le conviene jugar con el fuego de las disputas. Lo ideal sería un gota a gota de acuerdos, sin prisas, sobre los grandes temas pendientes. Es en este contexto tan frágil en que nos toca convivir, que no dejan de tener su importancia las palabras y los gestos. Cuando el vicepresidente del Govern, Jordi Puigneró, afirma que lo que procede es celebrar ‘menos reuniones, y más hacer perder votaciones’, uno piensa que la irracionalidad se ha instalado en los despachos de la plaza Sant Jaume; que solo un fanático puede desear el ‘cuanto peor mejor’. Los comunicados, los discursos y las palabras también tienen su importancia. El uso perverso y mal intencionado de determinados adjetivos puede llevar al traste la labor continuada de personas y colectivos que laboran por buscar salidas a los conflictos. Cuando la portavoz del Govern Patricia Plaja, en rueda de prensa, sube a la tribuna para transmitir las posiciones del ejecutivo catalán, confunde al ciudadano. Uno no acierta a comprender en nombre de qué facción del Govern habla, o si lo hace a título personal. Sus continuas alusiones a ‘la represión del estado español’ fatigan. Fatigan por extemporáneas, injustas y reiterativas. Devienen poco edificantes, precisamente en puertas de la celebración de reuniones de presidentes y mesas de diálogo. No ayudan a la distensión. Imagínense ustedes que el gobierno español hiciera suyos, y usara tras una reunión entre las partes, los calificativos que tanto el PP como VOX emplean en sede parlamentaria para definir el independentismo. La señora Plaja habla con desprecio del Catalangate, pero aún no hemos olvidado que hace apenas cinco años desde un govern nacionalista, mediante agentes de los mossos d’esquadra, se espió a personas contrarias al independentismo. Y eso ocurrió precisamente en una época en que la actual portavoz del Govern fue (durante 13 años hasta mayo de 2021) la máxima responsable de comunicación y redes sociales de los Mossos d’Esquadra. Pero claro, eso es agua pasada y ella puede alegar que no estaba al corriente del tema. Recientemente Patricia Plaja, respecto a una circunstancia personal que se ha hecho viral, ha afirmado en los medios de comunicación: ‘no podemos normalizar la presión estética’. Comparto su opinión. No obstante, me gustaría que entendieran que tampoco podemos normalizar la agresividad verbal que se destila desde los alambiques del Govern de la Generalitat. El mantra ‘la represión del estado español’ no nos transporta a las tesis de Louis Althusser, sino a una retorica panfletaria pasada de moda.