El blog d'en Joan Ferran

28.11.19


CARTA AL ‘PRESIDENT’ TORRA

Sr. ‘President’:

Le escribo esta carta porque algo me dice que no puedo, que los ciudadanos no podemos, confiar en usted. Me explicaré con más detalle.
No puedo confiar en usted porque en sus palabras y discursos, y sospecho que en su fuero interno también, siempre hay un ‘nosotros’ y un ‘ellos’ incompatibles.
No puedo confiar en usted porque nunca se sabe, a ciencia cierta, si sus ideas y declaraciones públicas son propias o están dictadas por otro individuo desde la lejanía. No puedo confiar en usted porque su comportamiento protocolario, e institucional, no está a la altura de lo exigible a un presidente de la Generalitat.
No puedo confiar en usted porque su respeto, apoyo y consideración a la labor de las fuerzas de seguridad dejan mucho que desear; porque su perversa permisividad provoca daños en las infraestructuras, dificulta la movilidad y tolera el vandalismo callejero.
No puedo confiar en usted porque su forma de hacer política es hija de un pasado poco honorable que bebe de porcentajes inconfesables bajo investigación judicial, porque sus acólitos siguen confeccionando listas negras y otorgando patentes de patriotismo, porque su portavoz gubernamental niega sistemáticamente la evidencia.
No puedo confiar en usted porque prioriza lo simbólico sobre lo vital, lo identitario sobre lo necesario, lo propagandístico sobre lo educativo y el bienestar social; porque su gestión política es ineficaz y paralizante.
 No puedo confiar en usted porque en este país  las empresas se sienten inseguras,  los inversores huyen a otros lugares en busca de estabilidad, porque  se debilita nuestro tejido productivo poniendo en situación de peligro miles de puestos de trabajo.
No puedo confiar en usted porque antepone su ciego activismo a la prudencia y ponderación que se supone propia de un político cuerdo, porque cada vez que leo artículos que un día escribió me estremezco.
No puedo confiar en usted porque no sabe apreciar la diferencia entre lo importante y lo accesorio, porque alienta una política mediática acrítica y manipuladora.
 No puedo confiar en usted porque apela rutinariamente a las emociones en detrimento de las razones.
No puedo confiar en usted porque no es capaz de condenar la violencia en todas sus  facetas, porque obvia que el dialogo necesario nunca puede ser fruto de un chantaje, porque le creo partidario del ‘cuanto peor mejor’.
Y finalmente, señor ‘President’, no puedo  -y sospecho que los ciudadanos sensatos tampoco- confiar en usted porque piensa en amarillo y sueña en blanco y negro.
Atentamente.   

SE TEMEN, NO SE ACLARAN

 



EL CRUZADO MÁGICO 


No, no teman. No pienso venderles un sujetador sin aros, Playtex Cruzado Mágico, ni nada que se le parezca. Tampoco les hare propaganda de aquel cómic erótico español de los años ochenta que llevaba por título: ‘Las aventuras del Cruzado Mágico’. Nada de eso. Pretendo tan sólo llamar su atención sobre una de esas paradojas políticas, dignas de estudio, que se producen en este país. Eso sí, voy a pedirles que reflexionen acerca del contenido de los mensajes con los que nos bombardean los prohombres y las cúpulas de ERC y JxCat. Observen, por ejemplo, que en el vértice de los ex convergentes puigdemontistas ha anidado un intransigente radicalismo verbal, un discurso y unas exigencias que para nada facilitan el acuerdo o el dialogo. Los Torra, las Noguera o Borras de turno andan empeñados en denostar todo lo español, al tiempo que insinúan que los republicanos son unos flojeras dispuestos a vender su alma al jacobinismo. Paralelamente, todo parece indicar que en el núcleo director de ERC algunos dirigentes están dispuestos a negociar salidas e intercambiar ideas sin tantos apriorismos y líneas rojas. Me dirán ustedes que los cabecillas de las cúpulas mencionadas se mueven en función de intereses partidistas o de supervivencia personal, seguro que sí. Pero lo chocante, a ojos de cualquier observador avezado, es comprobar la existencia de un curioso cruzado mágico. La fogosidad y el verbo intransigente de los dirigentes de JxCat está más cerca del ímpetu de las bases de ERC que de las suyas y, en cambio, el talante negociador y pactista de algunos republicanos conecta mejor con las pulsiones de los militantes de base de la vieja Convergencia. Vivir para ver. Y, así las cosas, no es extraño contemplar como burguesitas de abrigo Moncler, o Jaguar en la puerta, juegan a ser la Pasionaria mientras viejos luchadores como Joan Tarda -forjados en cien batallas e inspirados en lo mejor del PSUC- sufren inmerecidamente escarnio. Amigos, hemos entrado en una época de ‘cruzados mágicos’ en los que se echa a faltar la coherencia y el sentido común.

14.11.19

ALGUIEN HA DE PONER ORDEN






SE ACABO LA BROMA


 Sí señoras y señores, se acabó la broma. A lo largo de las últimas semanas hemos soportado estoicamente que grupos de desconsiderados alteraran la vida cotidiana de nuestros pueblos y ciudades. Carreteras cortadas, infraestructuras dañadas, trenes saboteados y amenazas a los disidentes del credo ‘oficial’. Uno quiere pensar que las autoridades competentes, y las incompetentes con mando en plaza, se resistían a intervenir para no alterar la convivencia con la vista puesta en la cita electoral del 10N. De acuerdo, la prudencia y la ponderación son buenos consejeros en tiempos de zozobra. Pero eso de las elecciones ya pasó y ahora toca reflexionar, rebobinar y devolver a la ciudadanía la tranquilidad. La condición sine qua non para que ello sea así es impedir que cuatro -o cuatro mil, da igual- energúmenos fastidien día tras día al mundo mundial. ¡Ojo! No abogo por limitar el derecho de manifestación, ni el de expresión o protesta. Nada de eso. Abogo por conseguir que la armonía vuelva a nuestras calles y todo fluya en paz. Mi receta es algo así como: ‘Protesten lo que quieran, pero no perjudiquen al vecino, al trabajador que se desplaza, al estudiante que quiere ir a clase y no zanganear… Se acabó la broma quizás implique una mayor severidad de las fuerzas de seguridad en su cometido de hacer observar las normas. Perjudicar la economía del país y alterar el orden público no puede, ni debe, salir gratis a los revoltosos. Que nadie se lleve a engaño, de no ser así el camino al caos y a la selva quedaría libre y expedito. Manifiéstese quien lo desee, protesten cuando les plazca, muestren su enojo si lo creen conveniente pero sin fuego, violencia o destrucción de mobiliario urbano etc. Quien apueste por el caos que pague por ello ante la justicia. En este país aun hay gente que no condena la violencia de los revoltosos e incluso siguen llamando a la bronca. Fatal, las autoridades deberían advertir, a quien corresponda, que el brazo de la ley va a ser utilizado sin reparos para garantizar la convivencia y la paz ciudadana. Puesto que se acabó la broma, y la cosa va en serio, no van a servir de nada los lamentos a toro pasado. Miles de ciudadanos, hartos de tanto contratiempos y disturbios gratuitos, desean recuperar la paz. Se acabó la broma.

NACIONALISTAS OBTUSOS




SI ESPAÑA FUERA UNA DICTADURA…


 Me aproximo a uno de esos típicos tenderetes de propaganda electoral que se prodigan en tiempo de elecciones. Un muchacho barbilampiño y sonriente adoctrina a una señora con lacito amarillo y chapa. Le suelta: “aquí no hay libertad, vivimos bajo una dictadura”. Desconozco la capacidad de razonamiento y espíritu crítico de la dama en cuestión, pero la desfachatez del joven predicador se me antoja deleznable. Si España fuera una dictadura, los mozalbetes de familia acomodada que acampan en Plaza Universidad, pidiendo condones y comida, ya no estarían allí ni con la bula de la alcaldesa Ada Colau. Si España fuera una dictadura, les aseguro que esos que cortan carreteras, vías férreas, e intentan colapsar aeropuertos, para fastidio de sus pacientes conciudadanos, no dormirían tranquilos en su casa. Si España fuera una dictadura, no existiría una radio y televisión pública promoviendo jarana, publicitando consignas de parte, magnificando sin ningún tipo de rubor sucesos al gusto de lo ‘patrióticamente’ correcto. Si España fuera una dictadura, más de una dirigente asociativa que justifica, abona la violencia y confecciona listas de enemigos para castigarlos y sabotearlos, dormiría entre rejas. O quizás caería sobre ella la ira de los afectados ante la mirada displicente de las autoridades. Si España fuera una dictadura, todo aquél que intentara impedir, u obstaculizar, la agenda pública de su presidente de gobierno o del jefe del Estado, las pasaría francamente canutas. Si España fuera una dictadura, en los balcones sólo abría cuatro geranios a la espera de agua y, como mucho, prendas al sol. Si España fuera una dictadura, cualquier símbolo en la pechera o en la indumentaria sería motivo de persecución. Si España fuera una dictadura más de un humorista bien pagado, bocazas y sin gracia, estaría buscando empleo y alguna que otra articulista desgreñada escribiendo necrológicas. Si España fuera una dictadura un servidor no podría escribir en este periódico digital y ustedes leerlo. Si España fuera una dictadura, el muchacho barbilampiño que reparte propaganda electoral, no podría estar ocupando la vía pública soltando la sandez de que el ‘Estado español es dictatorial’. Si España fuera una dictadura… Pero afortunadamente no lo es. Y aunque algunos actúen como dictadores bajo barras y estrella, para fastidiar al resto de los mortales que no piensan como ellos, iremos a votar para que siga imperando en este país la democracia y el diálogo. Eso sí, sin violencia.