El blog d'en Joan Ferran

28.2.22

CANTO A LA LIBERTAD - LABORDETA

                                       SERRAT, GRANDES, LABORDETA 
 Los emoticones lo invaden todo, se cuelan por todas partes. A veces son el prólogo, o el epílogo, que refuerza visualmente una frase o un mensaje escrito. Consulto el móvil y me llega una noticia acompañada de sonrisas y aplausos: Le ha sido otorgada, a Joan Manuel Serrat, la Gran Cruz de Orden Civil de Alfonso X el Sabio como reconocimiento a su trayectoria artística y contribución a la cultura. Cierro lo ojos y creo oir la voz de Serrat tarareando ‘Hoy puede ser un gran día’. Y lo es. Llega otro emoticón, otra sonrisa y aplausos a mi pantalla: El pleno del ayuntamiento de Madrid -rectificar es de sabios- ha aprobado nombrar a Almudena Grandes hija predilecta de la ciudad a título póstumo con la abstención de VOX. Cierro de nuevo los ojos y recuerdo los anhelos y temores del doctor García por las calles de Argüelles, y las bodas de Manolita. Pero los emoticones tristes también existen y suelen acompañar mensajes escritos desde la decepción o el enojo: El ayuntamiento de Zaragoza ha retirado, por exigencia de VOX, la subvención que anualmente concedía a la Fundación José Antonio Labordeta. La cosa huele a revancha. La memoria del autor de Canto a la Libertad, del diputado cascarrabias de la Chunta Aragonesista, del escritor viajero, no se merece el ninguneo institucional. Dejó un legado artístico y político marcado por la dignidad. Sabina cantaba: “Tres cosas hay en Aragón que no cambian de chaqueta, Buñuel, Goya y la voz de Labordeta”. Rectifiquen, porfa.

26.2.22

PRESENTACIÓN LIBRO EN BYRON

 



FLORES DE ARCÉN
En un humilde cuaderno de tapas de color verde olivo, el autor observa y captura momentos vitales, cotidianos, de gentes a las que vemos y no vemos. Toma notas sobre aquello que la sociedad ignora u oculta con indiferencia, sin prestarle atención. En los márgenes de la ciudad hay vidas que se marchitan, retales humanos que vegetan en agujeros negros abandonados a su suerte. Los invisibles moran ahí, existen. El autor describe con trazo grueso, no exento de subjetiva humanidad, su contacto con la cotidianidad de algunas de esas criaturas que pasan desapercibidas. Dibuja, sin pretensiones, el paisaje y las circunstancias que envuelven su anonimato. En las páginas de este libro no hallarán juicios de valor, ni críticas políticas al uso, tampoco culpables (que los hay). Eso sí, párrafo a párrafo oirán una voz que apela a la conciencia, que reclama cuidar como propias las flores del arcén.

24.2.22

SIN EXIGENCIAS PORFA !

 






LOS IMPACIENTES DE CAN ARAGONÈS 



 Observen la diferencia. Tras la reunión de la Comisión Bilateral entre el Estado y la Generalitat la ministra de Política Territorial Isabel Rodríguez -aplicando el método Josep Tarradellas- declaró en rueda de prensa que todo había ido bien, calificó de histórica la reunión y constatables los acuerdos alcanzados. Botella medio llena desde la óptica del gobierno español. Por su parte la consellera, Laura Vilagrà, insistió educadamente en acelerar los traspasos mientras que, el halcón Puigneró, aprovechó la ocasión para calificar lo acordado con Rodríguez de ‘escaso y de poca entidad’. Botella medio vacía desde la mirada, siempre bifocal, del Govern de la Generalitat. Conclusión: botella de plástico susceptible de resquebrajarse, de tanto sobarla, esperando el advenimiento de la mesa de diálogo. Un episodio más del culebrón post procés tras la ópera bufa protagonizada por Laura Borràs, hace unas semanas, en el Parlament. Si el mundo es un pañuelo, Cataluña es una brizna. Coincido en un evento con una persona que, en su día, formó parte del Govern de la Generalitat. Tomamos café y charlamos amistosamente. Tras las inevitables preguntas de rigor acerca de la salud y las respectivas familias, comentamos el desconcierto que reina en el seno del ejecutivo que preside Pere Aragonès. Repasamos algunas de sus disensiones internas más estridentes, y los miedos que atenazan a ERC respecto al qué dirán los de la CUP o los de Junts. Mi interlocutor cierra la conversación afirmando: ”Si hubiéramos seguido practicando la táctica que nos enseñó Jordi Pujol, la del ‘peix al cove’, hoy gozaríamos de mejores cotas de autogobierno, tendríamos una buena financiación, pocos líos en Madrid, y nos olvidaríamos de los problemas identitarios. Fíjate en el PNV”. Ignoro cual hubiera sido la resultante de una década de predominio nacionalista conservador en una Cataluña sin el procés y sus efectos colaterales; pero, como reflexión-ficción, el tema no deja de ser sugerente. Comparto la idea esbozada en las páginas de este diario por Jordi Garcia-Petit, según la cual los nacionalistas han construido un ‘tinglado’ institucional y civil útil para crear ideología, ganar elecciones, ocupar poderes y crear clientelismo. Quizás por eso la pregunta que flota en el aire es dilucidar si ese ‘tinglado’ apuesta hoy por un pragmatismo hijo de la realpolitik, abandonando veleidades decimonónicas, o bien prepara las condiciones subjetivas para una nueva farsa secesionista. Toca posicionarse. O una cosa o la otra, nunca ambas a la vez. Los impacientes de Can Pere Aragonès, que anhelan transferencias exprés y exquisitez en el trato, deberían meditar, por ejemplo, acerca del papel de sus partidos en el show de la reforma laboral; también acerca de los discursos maximalistas, o negacionistas, cuando se habla de la mesa de diálogo. Para complicar aun más el panorama la negativa del President de la Generalitat a acudir a la reunión de La Palma deviene difícil de justificar ante la opinión pública y el resto de autonomías. Todo eso genera desconfianzas y desafecciones que no ayudan a desencallar los temas pendientes. La rueda de prensa de la ministra transmite optimismo; las declaraciones de los consellers un victimismo pasado de moda; el absentismo de Aragonès supura soberbia. Pere Aragonès pidió consenso y propuestas en la sala oval del MNAC. Los Comunes le hicieron llegar algunas ideas. Salvador Illa le planteó en Palau ‘43 propuestas de agenda de país’. En ellas no faltaban sugerencias para una mejora sustancial de la financiación autonómica y el autogobierno de Cataluña. A nadie se le escapa que el dirigente socialista no va por libre si no que goza de crédito, respaldo y de la confianza del gobierno de España. Abrir el diálogo en Cataluña, como pide Illa, facilitaría las cosas a todos los niveles. Las impaciencias y el postureo de los de Can Pere Aragonès, en cambio, taponan salidas.

JUNTS ES SINONIMO DE LIO

 

JUNTS, UN ALLIOLI CORTADO





 ¡Cómo pasa el tiempo! Apenas hace un año Salvador Illa ganaba las elecciones autonómicas catalanas, mientras los independentistas perdían unos setecientos mil votos respecto a los anteriores comicios. Luego algunos sumaron peras con manzanas y nos vendieron la milonga de un engañoso 52%. Doce meses después de aquellos eventos, Pere Aragonès ha acudido a la Sala Oval del MNAC para oficiar un llamamiento urbi et orbe recavando apoyos para lograr ‘temas irrenunciables de país’. No han faltado a la cita los dardos contra el estado español y las palabras de rigor pidiendo un referéndum de autodeterminación y la amnistia. El presidente catalán quería, y quiere, mostrar al mundo que lo suyo va en serio, que no se va a doblegar ante las exigencias de la muchachada de la CUP, las zancadillas de sus socios y el ninguneo de los socialistas. Pero la vida nos obsequia, a veces, con un punto de ironía susceptible de convertirse en sarcasmo. Pere Aragonès ha pedido poliamor político por San Valentín, el día de los enamorados, sin asumir que en el seno de su gobierno anida un paralizante desamor. El problema número uno del Govern de la Generalitat es Junts. Y lo es, no por que tenga un tempo político distinto del de ERC, que también, si no porque se ha convertido en un allioli cortado, en una frustrada emulsión política y organizativa incapaz de homogeneizarse. El segundo problema del ejecutivo catalán es la falta de liderazgo. Pero volvamos a los herederos de CDC. Maria Jesús Cañizares nos contaba en estas mismas paginas, como la desobediencia ful de Laura Borràs desataba una batalla interna en Junts más allá del cruce de reproches con los republicanos. En el seno del partido de Puigdemont se libra una guerra intestina en un triple frente. Dan fe de ello las declaraciones y los artículos publicados recientemente por algunos de sus dirigentes. Agustí Colomines escribió la semana pasada: “El mundo independentista está cada vez más enfadado... no soporta a los dirigentes” Disparaba incluso contra el huido de Waterloo: “De Carles Puigdemont, en cambio, no podemos decir nada... sus silencios son tan clamorosos como irresponsables”. Ustedes ya saben que el ínclito Agustí Colomines ha sido uno de los asesores aúlicos del secesionismo que ha transitado desde la corte pujolista a la de Artur Mas, y de ésta a la de Carles Puigdemont. Tertuliano de verbo vehemente e irascible, no se corta lo más mínimo a la hora de despotricar de Jordi Sánchez, Carme Forcadell o Esquerra Republicana. Sostiene que el independentismo catalán padece lo que él denomina el síndrome palestino: una enfermedad política que consiste en que los teóricos aliados contra el opresor se dedican a pelearse entre ellos como las dos facciones palestinas de Gaza y Cisjordania. Colomines no aclara quien, aunque se intuye, es el Hamás catalán. La entrada en el 2022 no les ha sentado demasiado bien a los de Junts. Carles Puigdemont está en horas bajas; Waterloo apenas genera noticias; Junts paga las deudas de CDC; Laura Borràs queda en evidencia en la Mesa del Parlament, se desmadra en la Meridiana mientras Centrem se mueve. Permítanme la boutade: Junts hoy es un allioli político cortado, incapaz de emulsionar, con un chef en la cocina belga más preocupado por su futuro personal que por el de su club de fans. Así las cosa no nos ha de extrañar que Colomines apostille: “Si Junts quiere construir el partido de los independentistas, más le valdrá que las facciones aprendan a convivir para avanzar conjuntamente”. Y Pere Aragonès, mientras tanto, sin una estrategia definida dándole a la rueda tibetana de las plegarias.

12.2.22

ERC NO ATINA

 



EL REGUETÓN DE ESQUERRA 


 Joan Reventós -el presidente más imparcial y ecuánime que ha tenido el Parlamento catalán- solía explicar que Esquerra Republicana de Cataluña no era de fiar, que era un partido de ideología contradictoria y difusa, propenso a obsequiarnos con inoportunos e inesperados fogonazos de ‘rauxa’. La historia le va dando la razón al bueno de Joan. La práctica política de los de Pere Aragonès es tan errática que valida la chanza que corre en algunos círculos periodísticos y políticos: ‘Esquerra, cada lustro un disgusto; cada año un desengaño’. Si no fuera por el sacramental que está montando Casado con el voto de Alberto Casero, y los ‘trapis’ de Borràs en la Mesa con el caso Juvillà, el monotema de discusión en Cataluña sería la negativa de Esquerra a votar la derogación de la Reforma Laboral. El día de autos el rostro angustiado de los líderes sindicales en la tribuna del Congreso eran todo un poema. Sospecho que el secretario general de la UGT catalana, Camil Ros, farfulló en más de una ocasión un ‘tierra trágame’ mientras, Jéssica Albiach, se refugiaba en las técnicas del Mindfulness para vencer el estres. El personal no está para sustos. Los de Pere Aragonès tendrán que decidir de una vez por todas si aspiran a heredar el hueco político que dejó el pujolismo o, en cambio, seguir compitiendo con Junts y la CUP por cien gramos de pedregí independentista. Aquel viejo eslogan del ‘Som com som’ que tanto gustaba a Carod Rovira, ya no sirve. No se puede ser independentista gradualista de día y sans-culottes radical de noche; por mucho que Gabriel Rufián sostenga que Yolanda Díaz no le dio suficiente cariño, hay actitudes políticas inexplicables. Desde una perspectiva de izquierdas el voto negativo de ERC es incomprensible e injustificable. Pero eso no es todo. Hace apenas unos días Oriol Junqueras presentaba en el Ateneu Igualadí su último libro que lleva por titulo ‘Contra la adversidad’. Con una vehemencia poco acorde con los biorritmos actuales de la clientela independentista clamó: “Us proposo, us demano... gairebé us exigeixo que ho tornem a fer”. Así no vamos bien. Parafraseando descaradamente a Marx les digo: tras la tragedia del procés, repetir una nueva farsa es lo que menos le conviene a este país. Es muy complicado pactar con partidos y dirigentes sujetos a estados de ánimo oscilantes. Desde que se puso en marcha la famosa mesa de diálogo, Pere Aragonès y Junqueras no han dejado de repetir el cansino mantra del referéndum y la amnistía. Un punto de partida maximalista en las negociaciones que no vaticina nada bueno y que, junto a la reciente votación en el Congreso de los diputados, dificulta las vías de entendimiento con el gobierno de Pedro Sánchez. Si a ello añadimos -como ironiza Bernat Dedeu en un artículo sobre la Nimiedad- a un Oriol Junqueras repartiendo misales por el territorio, convendrán conmigo que el panorama es desolador. La música que toca la orquesta de Esquerra Republicana desafina, suena a reguetón del malo. Sí, a ese estilo reiterativo que usa un ritmo sincopado para hacerse notar y lo hace con el agravante de que las letras que cantan sus vocalistas ya están demasiado vistas. Y eso cansa incluso a los bien intencionados. No en vano el cantautor cubano Pablo Milanés, preguntado por ese estilo musical hoy tan en voga, dijo: “El reguetón no es música. Es recitar cosas groseras”. Pues eso; este país necesita, si quiere prosperar, menos reguetón republicano de cortos vuelos y más coherencia, melodía y armonía política.

7.2.22

UNA IDEA A CONTEMPLAR...

 

¡SERENO! 



 Los que peinamos canas aún recordamos la figura del sereno con su gabán, la gorra de plato, un chuzo y el silbato. ¡Sereno! Gritaban algunos para que les abriera el portal. Otros, en cambio, daban palmas hasta que oían el golpeo de la garrota sobre los adoquines o el tintineo del manojo de llaves. Cuentan que el nombre de este viejo oficio se debe a que, noche tras noche, cantaban por las calles la hora y el tiempo. ‘Las doce en punto y sereno, la una en punto y...’ Pocos días antes de Navidad felicitaban las fiestas a los vecinos con estampillas impresas; aguardaban un detalle en forma de aguinaldo. Eran otros tiempos. Y así hasta 1977, año en que los serenos desaparecieron del panorama. Recientemente algunos ayuntamientos han decidido resucitar su figura adecuando sus funciones a las necesidades de nuestro tiempo. Hace un par de años Santa Coloma de Gramanet impulsó una iniciativa en este sentido. Los buenos resultados han sido espectaculares y bien valorados por la ciudadanía. Los nuevos serenos son agentes cívicos -no policías- que al caer la noche vigilan, ayudan, acompañan, detectan y supervisan el buen funcionamiento de la ciudad. Cornellà también se ha puesto manos a la obra. Siete personas, cuatro hombres y tres mujeres, patean todos los días el asfalto de la ciudad de once de la noche a seis de la mañana. Lo hacen en coordinación con la Policía Local prestando atención especial a las necesidades y urgencias de mujeres y personas mayores. Ojalá cunda el ejemplo.

CREYERON QUE EL ESTADO ERAN ELLOS...

 

ESTRUCTURAS DE ESTADO DESESTRUCTURADAS 



 Fueron días de vino y rosas, alegrías y huidas hacia adelante. Meses en los que Artur Mas ordenó a sus consellers elaborar planes estratégicos y de contingencia para sustituir a la Administración central. En los albores del 2015 la hoja de ruta del independentismo detallaba cómo iban a ser los dieciocho ‘actos de soberanía’ a seguir para lograr que Cataluña se convirtiera en un ‘sujeto político y jurídico soberano’. Dicen que en aquella época Ferran Mascarell - el Fouché de las cortes de Maragall, Clos, Montilla, Mas y Puigdemont- vendió la teoría y la necesidad de crear ‘estructuras de estado’. Luego irrumpieron en escena Mas Cullell y Oriol Junqueras con la receta de la Agencia Tributaria; incluso algun que otro osado, henchido de furor patriótico, planteó la necesidad de crear una milicia catalana. De aquella ingenua idea de fundar un Banco Central catalán ya nadie se acuerda ni en los programas electorales; tampoco de tomar el control de las fronteras y aduanas o abrir embajadas en las Maldivas... La desconnexión de España fracasó estrepitosamente. ¿La razón?: Las famosas estructuras ya existían -la Generalitat es por definición estructura de estado- y la intención de crear otras fuera de la legalidad era un brindis al sol tan falaz como inútil. Siete años después de la aventura secesionista se da una paradoja que sorprendería incluso a G.K.Chesterton. Aquellos que predicaron la necesidad de construir un nuevo andamiaje institucional, segregado de España, hoy se muestran incapaces de gestionar con solvencia las administraciones que gobiernan. Pere Aragonès, condicionado por la presión de sus socios del Govern, es incapaz de articular un diálogo constructivo con todas las fuerzas políticas catalanas. Es un presidente acomplejado, temeroso del qué diran, que nunca llegará a ser el mandatario que el país necesita para recuperar la normalidad. Un Govern, como el de Aragonès, al que le trae sin cuidado la imagen y el buen nombre de sus fuerzas de seguridad genera escepticismo en la ciudadanía. Si a ello sumamos un escándalo por corrupción en la cúpula del cuerpo de bomberos, convendrán conmigo que la gestion de la cosa pública en Cataluña no pasa por su mejor momento. El conseller Joan Ignaci Elena afirmó: ”Antes muero que tapar un caso de corrupción” sin darse cuenta que ha llegado al cargo, políticamente hablando, ya difunto. Y, hay que decirlo claro, los gestores actuales de nuestras instituciones son los segundones de los que hace apenas siete años abogaban por construir las famosas ‘estructuras de estado’. Mascarell vegeta en la Diputación, Junqueras conspira y Mas navega por el mar de los Sargazos. A sus epígonos les falta oficio, actúan con torpeza y les sobra gesticulación en busca de indulgencias plenarias. ¿Y el Parlament? El Parlament de Cataluña es, por definición, un órgano legislativo y representativo del Estado contemplado en el Estatut y la Constitución. Si la Cámara catalana es, como sostienen los secesionistas, la expresión máxima de la voluntad popular que emana de las urnas, su funcionamiento debería ser ejemplar en todos los sentidos. Lo debería ser en la forma, en el fondo y en la actitud de las personas que ostentan su máxima representación pública (tengo mis dudas sobre la idoneidad de la actual presidenta). Estas últimas semanas el Parlament ha sido fuente de noticias preocupantes más allá del sesgo sectario que le imprime la mayoría de la Mesa. Las jubilaciones de oro de algunos funcionarios, las trifulcas a muerte entre letrados aireadas en los medios de comunicación, las dimisiones o el debate sobre las dietas por desplazamientos de los diputados, han deteriorado la imagen de la institución. Para completar el panorama, la presidenta Laura Borràs y sus acólitos arremeten contra las decisiones judiciales e intentan obstaculizarlas. En su día no fueron capaces de crear el armazón de un estado independiente y ahora su nefasta gestión de la política cotidiana deteriora, aun más, el buen nombre de las instituciones del país. Su insolvencia devalua y desestructura las autenticas estructuras de estado.

CUANDO UNA ALCALDESA ES UNA SECTARIA...

 





VIC COMO SÍNTOMA


 Lo han vuelto a hacer. En la ciudad de Vic, una turba de airados independentistas hostigó hasta la nausea a una comitiva del Partido Popular encabezada por Alejandro Fernández. No es la primera vez que esto ocurre. Con anterioridad Inés Arrimadas y Ciudadanos fueron objeto de acoso callejero e insultos; pocos días antes una sede socialista fue vandalizada. Algunas universidades también han sido, y siguen siendo, escenario de caza de brujas y peroratas inquisitoriales al por mayor. Que se lo pregunten sinó a los miembros de S’ha Acabat! Está visto que la violencia verbal, al igual que la de los puños y la algarada, gozan de predicamento en algunos círculos independentistas del país. Una democracia moderna tiene la obligación de garantizar a todos los actores políticos la libertad de expresión y la seguridad en el ejercicio de la misma. Visto lo acontecido en la capital de Osona, cualquier ciudadano podría pensar que el conflicto no es gratuito sino consecuencia de la decisión de la alcaldesa de vetar la instalación de una carpa al PP. Si desde cargos institucionales de los partidos que sostienen el Govern se hace la vista gorda a este tipo de incidentes - al igual que con los cortes de la Meridiana- la convivencia se resentirá y el conflicto aflorará descontrolado. Pero permítanme que vaya un poco más allá. En este tema el problema es tanto de forma como de fondo, de actitudes agresivas como de palabras inapropiadas. No vale catalogar como fascista al adversario político; tampoco bloquear su canales de participación, propaganda política o espacio comunicacional. Todo ello es, a medio plazo, contraproducente. Al adversario se le vence democráticamente con argumentos y votos, jamás con persecución, censuras y prohibiciones. En estos tiempos de zozobra no estaría de más que alguien recuperara el hábito de lo que en su día se llamo lucha ideológica, el convencer para vencer. En Cataluña quien quiera derrotar al PP (más aun de lo que ya lo está) o a VOX, hará bien en ponderar los efectos colaterales de situaciones como las de Vic. De ellas siempre suelen salir mejor paradas las víctimas que los agresores. Apedrear el autocar de VOX, pincharle las ruedas o insultar a Garriga es un proceder impropio de demócratas. Tildar de fascistas a adversarios que se presentan pacíficamente a las elecciones democráticas es banalizar lo que representó el fascismo en Europa y España. En este sentido comparto las tesis de Manuel Cruz cuando nos dice que “la izquierda está apostando demasiado al elemento atemorizador de la extrema derecha”; al mismo tiempo Cruz nos plantea que las izquierdas han de hacer sus deberes y que, por sí sola, la denuncia de VOX no es más que el recurso de los que andan escasos de argumentos. Pobres argumentos los de la alcaldesa de Vic para prohibir la carpa del PP y mucho primitivismo estomacal el de los individuos que acosaron a Alejandro Fernández. Y puestos a pedir discurso y combate de ideas, es del todo recomendable echar un vistazo al último libro de Manuel Valls, Zemmour, l’antirépublicain, en el que el exprimer ministro francés nos ofrece un lúcido análisis de la ideología y la acción política del ultra galo que se va a presentar a las próximas elecciones. Y lo hace defendiendo con agudeza -comme il faut- los valores republicanos hijos de la revolución francesa. Su brillante reflexión, salvando las distancias, sirve para España y puede iluminar la mente a más de un adicto a la bronca callejera.