El blog d'en Joan Ferran

20.9.22

LAS TRIBULACIONES DE PERE ARAGONÈS

 

PERE, MOU FITXA !



 Hay quien dice que en las relaciones de pareja, lo que preludia una ruptura dolorosa no es la falta de amor si no la ausencia de respeto. Me dirán ustedes que algunas de esas relaciones rotas perduran por el qué diran, los intereses y propiedades compartidas o el miedo al futuro. Cierto, pero cuando falta el respeto entre las partes se abren las puertas del adiós definitivo, del desprecio e incluso del odio. Las noticias que nos llegan desde el Govern de la Generalitat, a las puertas del debate de política general, no auguran nada bueno para los catalanes. Se da la paradoja de que, institucionalmente hablando, tanto Salvador Illa como Jéssica Albiach se muestran más considerados y respetuosos con Pere Aragonès que el vicepresidente Jordi Puigneró. Cuando las luchas por el poder llegan hasta el tuétano de los que comparten, aunque sea en apariencia, objetivos estratégicos, el ciudadano no entiende nada y desconecta. Las peleas constantes entre los miembros del ejecutivo catalán son también una falta de respeto hacia una ciudadanía que desaprueba la bronca y anhela soluciones. Soluciones que van más allá del empecinamiento de consellers y líderes en stand by , preocupados por la ’Dirección estratégica’ de sus mesnadas o del ‘frente común independentista’ en Madrid, pero que pasan de sus obligaciones como gestores del día a día. Vivimos en democracia y, como es obvio, ERC y Junts tienen todo el derecho del mundo a discutir y pergeñar objetivos políticos a medio y largo plazo ¡Faltaria más! Pero los catalanes también tenemos derecho a que alguien gestione con solvencia la cotidianidad. El ‘mientras tanto’ del independentismo se ha convertido en parálisis, las urgencias se acumulan y crece la desazón social. La hoja de ruta del Govern está en blanco y las únicas medidas que han llegado a la opinión publica han sido la campaña del top less y la retirada del amianto de algunos edificios. No se fijan prioridades, por mucho que el conseller, Jaume Giró, presuma de que aumenta el techo de gasto. No es momento para convocar elecciones, pero quizás sí para cambiar de paradigma y abandonar las discusiones bizantinas. Tampoco para señalar culpables como hace Oriol Junqueras con vehemencia desbocada y malas artes. Con o sin Junts, el Govern va a flotar al menos hasta pasado el mes de mayo. Entre tanto el desprestigio de las instituciones ha llegado hasta tal punto en Cataluña que urge tomar medidas valientes y eficaces. Haría bien Pere Aragonès en recordar la frase de Plauto que decía: “Nunca será respetado por los extraños quien es despreciado por sus parientes”. Toca tomar la iniciativa y arriesgar, toca mover ficha. El president tiene en sus manos la posibilidad de convocar, alrededor de una mesa de diálogo, a los partidos catalanes para hablar de todo, restañar heridas y recuperar la convivencia. Para que ello ocurra tan solo se requieren dos condiciones previas. Una, la convocatoria formal que, lógicamente, corresponde al president de la Generalitat; otra, el compromiso de las partes a relacionarse con respeto y sin apriorismos. ¿Acaso no vale la pena intentar recuperar la dignidad institucional tanto del Parlament como de la Generalitat? Pero no seamos pesimistas ni agoreros, hay salidas y estan ahí. Hace unos días me sorprendieron gratamente unas palabras de la presidenta del congreso Meritxell Batet. La oí hablar de la necesidad de trabajar para promover lo que calificó como una ‘Épica de la convivencia’. Una épica entendida como una expresión intensa comprometida en fortalecer la convivencia. Si movemos ficha, he ahí una más de las soluciones.

10.9.22

Brassens _ La mauvaise reputation (Subtitulado)

MANIFESTACION 11 SEPTIEMBRE ANC

                                                                            IR O NO IR 

 Cuando algo no es lo que fue es mejor dejarlo estar, pasar y no ser hipócrita. Hace bien Pere Aragonès en no acudir a la manifestación convocada por la ANC en Barcelona. El presidente catalán no tiene ninguna obligación institucional al respecto. Someterse a un ejercicio gratuito de masoquismo  no es un requisito necesario para ser considerado un político capaz, serio y coherente. Quien quiera vivir las emociones de un espectáculo con insultos, pitos y aplausos siempre tiene la opción de acudir a un partido de futbol de alto riesgo. La decisión de Pere Aragonès es la misma que a lo largo de los últimos años han tomado miles de catalanes de distintas ideologías. Hoy en día la manifestación ya no es lo que fue. Los que han jugado a pervertir el sentido unitario del Onze de Setembre deberían reflexionar seriamente. Hay convocatorias que las carga el diablo y parecen escritas por el peor de nuestros enemigos. Llamar a manifestarse contra los partidos políticos es un despropósito preñado de peligros, es abrir las puertas a un populismo espontaneísta y descontrolado. La extrema derecha saliva y los alborotadores se preparan para desencadenar en las calles la ceremonia del caos. Ante este panorama desolador uno tiene la tentación de adoptar, como filosofia de vida, la letra de las canciones de Georges Brassens. Sí, sobre todo aquella estrofa de ‘La Mauvaise Repútation’ que nos cantaba en castellano Paco Ibáñez. La que dice: “Cuando la fiesta nacional yo me quedo en la cama igual”.

2017-2022 UN LUSTRO SIN LUSTRE Y MUCHO LASTRE

 

 



Recuerdo que en tiempos de la hegemonía pujolista, cuando algunos plumillas disfrutaban escribiendo sobre ‘el oasis catalán’, en el bar del parlament una broma se hizo recurrente. Políticos y periodistas solían referirse a la cámara catalana como “el Parlament de la señorita Pepis”. Muchos profesionales de la información y cargos electos tenían la sensación de que la política, con mayúsculas, se hacía en otros lugares. Y era cierto. Se decidían más cosas el los halls de los hoteles, como el del Majestic, que en el salón de los pasos perdidos del Parlament. Y así fue a lo largo de casi tres décadas hasta que los avatares de l’Estatut, la crisis, las movilizaciones sociales generadas contra los recortes y la sombra del 3% irrumpieron en la escena. Inquieto ante lo que le deparaba el futuro, Artur Mas y los suyos decidieron iniciar una huida hacia adelante. La torpeza del gobierno del PP y la consolidación de colectivos de activistas como Omnium y la ANC hizo el resto. Las condiciones para una tormenta perfecta estaban creadas. El resultado de las elecciones autonómicas del 2015 -el nacionalismo las planteó como plebiscitarias- permitió una mayoría parlamentaria que optó por una salida unilateral de Cataluña del Reino de España. El conflicto estaba servido, la fiesta comenzó y el Estado se defendió. Paciencia. Cuando el tiempo cicatrice heridas, y los historiadores puedan analizar lo acontecido sin las servidumbres del presente, no me cabe la menor duda de que el miércoles 6, y el jueves 7 de setiembre del 2017, serán catalogados como dos días aciagos para la historia de los catalanes. Es complicado resumir en pocas líneas las irregularidades parlamentarias que se perpetraron en tan solo un par de días, también lo es evaluar el daño social ocasionado a la convivencia civil y política de Cataluña. Pero lo cierto es que se hizo caso omiso de las advertencias formuladas por los letrados de la cámara y el secretario de la mesa; se obvió en todo el proceso legislativo el preceptivo dictamen del Consejo de Garantías estatutarias; el trámite de enmiendas a la totalidad fue torpedeado; Carme Forcadell cambió el orden del día contraviniendo los acuerdos de la mesa del parlament y se prestó a presidir la aprobación de una ley sin el proceso fijado en el reglamento; se aprobaron las leyes del Referéndum y de transitoriedad jurídica a la República... En pocas palabras, el parlamento catalán actuó completamente al margen de la legalidad, la Constitución y l’Estatut. Lo hizo amparándose en una mayoría simple de 72 votos de un total de 135. Luego llegaría el 1-O, el 155 y el lloriqueo. Históricamente España ha sido un país pródigo en golpes de estado, pronunciamientos y asonadas. Quizás por ello, a pesar de las experiencias acumuladas, nuestros analistas aún no se han puesto totalmente de acuerdo en definir la naturaleza de lo que sucedió el otoño de 2017 en Cataluña. En su libro ‘El golpe posmoderno’, Daniel Gascón, nos cuenta que lo acontecido en este país hace cinco años fue un golpe de estado casi de manual. Eso sí, sin alguno de los elementos que suelen acompañar a la consumación de los mismos, como podía ser el uso de una violencia más o menos explícita. Gascón define lo sucedido en Cataluña como un fenómeno ambiguo, posmoderno, que fue al mismo tiempo verdad y mentira. Comparto las tesis de Gascón cuando nos dice que Cataluña fue el laboratorio del populismo de la posverdad. Con la ventaja que contaba con su propia cadena de radio y televisión. Pero, más allá de esas consideraciones, conviene recordar las consecuencias que se derivaron del triste espectáculo vivido en el Parlament. Allí, en pocas horas, murió la mística de ‘la revolució dels somriures’; la ‘Dinamarca del Sur’, predicada por algunos, se convirtió en un festival de república bananera. A partir del momento en que se cercenó el funcionamiento democrático de las instituciones catalanas, toda la ‘bondad’ independentista se fue al traste y el viaje a Ítaca quedaba devaluado. Chocar contra el estado tuvo su precio, como también lo tuvo hacerlo contra la Generalitat y el reglamento del Parlament atropellando los derechos de las minorías. El catalanismo de siempre, el que a lo largo de la historia había aspirado a influir en España, quedó herido de muerte y sigue en la UCI. Como colofón a tanto despropósito la causa independentista, lejos de granjearse simpatías a nivel europeo, gerenó prevenciones. El periodo comprendido entre 2017 y 2022 va a ser recordado como un lustro sin lustre y con mucho lastre. Hoy Cataluña está sumida en el desconcierto. Cuenta con un Govern paralizado y un president de la Generalitat acorralado y hostigado por sus propios socios. Mientras algunos de los protagonistas del otoño del 2017 quieren volver a la táctica del ‘peix al cove’, otros medran para resucitar tsunamis aunque sea en las aguas sucias de una charca. Las secuelas del Procés siguen pasando factura y se recurre constantemente a historias de villanos y traidores. El viejo ‘Parlament de la señorita Pepis’ se ha convertido en una gestoria de jubilaciones, en un expendedor de líos. Eso sí, los políticos sensatos, que los hay, intentan rehabilitarse reconociendo que hay que pasar página, que aquello de la desconexión fue un grave error. Los insensatos alborotan.

3.9.22

TIEMPOS DIFICILES

 



PRUEBA DE CARGA 


 Venga, anímense por favor. No hagan demasiado caso a esos agoreros que solo predicen futuros tenebrosos y calamidades sin fin. Ya se que un malévolo demiurgo nos envia olas de calor y sequía, bochornos insoportables, incendios que calcinan bosques y mares con medusas. También se que el granizo que cae es más grueso de lo habitual y que el personal anda un poco nervioso y agitado. No les pido que ignoren que este otoño puede ser complicado en el terreno político y social, que la guerra de Ucrania no tiene visos de terminar, que las perspectivas económicas para los países de la UE no son buenas y que la inflación galopa desbocada. Nada de eso. No apelo a la resignación, sino a sacar de nuestro interior la fuerza suficiente para superar la prueba de carga que se depositará sobre los puentes de nuestra convivencia. Es precisamente en tiempos revueltos cuando aparecen en escena oportunistas y espabilados para obtener rendimientos del descontento y la zozobra. Contra los demiurgos perversos que agitan las fuerzas de la naturaleza, lucharemos combatiendo el cambio climático; contra los apocalípticos con intereses mezquinos, nada mejor que la pedagogía y la fortaleza. Ante las dificultades, ni resignación ni derrotismo sino resilencia. Resilencia entendida como la capacidad de adaptarse bien a la adversidad y a los problemas para superarlos. El eminente neurólogo Boris Cyrulnik sostiene que las personas resilentes son los arquitectos de su propia alegría y de su propio destino.