El blog d'en Joan Ferran

19.1.22

ESPECIALISTAS EN ESTERCOLEROS

 

POLÍTICOS DE GRANJA 


 Tengan paciencia que no hay mal que cinco legislaturas dure. Es probable que desde hoy mismo, hasta la víspera de San Valentín, los medios de comunicación nos saturen con fotografías e imágenes bucólicas rebosantes de prados verdes, montañas onduladas y vacas de raza alistana-sanabresa. Tampoco faltarán en la coreografía los políticos, con look casual, contemplando como pacen las reses moviendo el rabo. Y así, los ‘políticos de granja’ -especialistas en remover el estercolero y engordar el desasosiego- conseguirán, día tras día, hastiar al ciudadano que espera soluciones y no confrontaciones. Lo importante para estos profesionales del no sistemático es vencer, lo de menos solventar problemas o inducir a pensar. Solo así se comprende la apresurada convocatoria de elecciones en Castilla y León, el desplante de Fernández Mañueco a Ciudadanos y la Santa Alianza (hipócrita y a regañadientes) de los barones del PP. Quizás por ello Alberto Núñez Feijóo recupera la memoria de Fraga Iribarne reclamando una ‘mayoría natural’ para España; García Egea plantea las elecciones como un plebiscito que va más allá de una contienda autonómica y, Juanma Moreno, le pide a su colega salmantino que le abra camino. Puro tacticismo desprovisto de ideas. Un triunfo de Mañueco, y un buen resultado en Andalucía, fortalecería el discurso popular que anuncia que la caída de Pedro Sánchez es solo cuestión de tiempo. Pero la política no es un simple juego de estrategia en el que todo esta pautado, los imprevistos existen y la historia tiene su peso. El Partido Popular a lo largo de los años se ha dotado de una estudiada ambigüedad doctrinal, capaz de acoger bajo sus siglas tanto a los restos de la extrema derecha franquista, como a individuos procedentes del centro y la democracia cristiana. Arrimados al poder, tecnócratas, neoliberales y centristas han cohabitado en sus filas con diversa fortuna. La argamasa que actualmente sostiene al partido de Pablo Casado no se basa en proyectos e ideas; es, tan solo, un espejismo preñado de ambiciones personales alimentado por cuatro encuestas; es, simplemente, la batalla por desalojar a los socialistas del poder a cualquier precio. Un sueño que crece precisamente en las entrañas de un partido conservador incapaz de definir hacia donde quiere proyectarse, cual de las variantes de ideología conservadora va a asumir e interiorizar. Basta ojear el documentado libro de Cayetana Álvarez de Toledo, escuchar las declaraciones de Díaz Ayuso, las advertencias de Núñez Feijóo, o repasar los giros estratégicos de Casado en el Congreso para comprobar que, ideológicamente, el PP es un reino de taifas que desprecia la cultura política. Todo parece indicar que Sánchez y sus socios piensan agotar la legislatura. ¿Qué ocurrirá si los sueños para derrocar al gobierno de izquierdas se eternizan?¿Qué pasará si la argamasa popular se diluye con el paso de los meses? No lo duden, si eso ocurre los ‘políticos de granja’ seran sustituidos por otros más acordes con las exigencias de un nuevo guion. A los ‘políticos de granja’, como es obvio, les va el cuento de la lechera. Les cuesta asimilar que otros actores pueden irrumpir en escena obstaculizando sus planes y objetivos. Pienso, sin ir más lejos, en las candidaturas de la España Vaciada a las que inquieta el ‘madridcentrismo’ de Isabel Díaz Ayuso; pienso, también, en VOX un partido imprevisible que muerde y gesticula cuando le conviene. Ambos están ahí esperando su momento. Sean cuales sean los resultados electorales de Castilla-León y Andalucía el Partido Popular deberá resolver su eterno dilema ideológico, se verá tarde o temprano obligado a escoger entre un modelo liberalconservador de corte europeo clásico, o seguir chupando rueda de Santiago Abascal y sus amigos húngaros.

SOBRAN LAS PALABRAS

 





GARZON Y EL DON DE LA OPORTUNIDAD 

 Algunos grupos ecologistas y colectivos animalistas sostienen que la ganadería intensiva, las llamadas macrogranjas, son perjudiciales para la salud de las personas y el medio ambiente. Argumentan que sus actividades contaminan las aguas, ocupan grandes extensiones de terreno, provocan emisiones de efecto invernadero y que, el cultivo de alimento para el ganado, contribuye a la deforestación. Los animalistas, además, no dudan en poner el acento en la crueldad con que son sacrificados los animales en estas factorías productoras de carne. Algo de verdad, o mucha verdad, hay en estas afirmaciones. Quizás por ello -antes de que Alberto Garzón agitara el avispero- tanto el ejecutivo español, como algunos gobiernos autonómicos, estan legislando al respecto procurando atenuar los efectos nocivos y los perjuicios sociales de estas actividades. Lo intentan incentivando la ganadería extensiva y un pastoralismo respetuoso con el territorio y el clima. Hay que recordar que el ministro de Consumo del gobierno de España, con sus comentarios sobre la carne roja, provocó hace unos meses réplicas, chanzas, chascarrillos y frases jocosas destinadas a engrosar el anecdotario político español. Recuerdo, sin ir más lejos, la pose socarrona del presidente Pedro Sánchez, asido al atril, afirmando: “A mí, donde me pongan un chuletón al punto, eso es imbatible”. En un país de barbacoas y parrillas ningunear los productos cárnicos tiene su enjundia. En este sentido me abstengo de opinar acerca de las propiedades organolépticas de las exportaciones de vacuno español comentadas por el ministro en el diario The Guardian. Las iniciativas de Garzón no solo han revolucionado el mundo rural en más de una ocasión, sino que también han generado polémica en otros ámbitos de la producción, la comercialización y el consumo. Cuando convocó una huelga de juguetes, antes de las fiestas navideñas, para sensibilizar a la infancia sobre la publicidad sexista, también corrió la tinta. Buenas intenciones y algunas razones no le faltan a Alberto Garzón pero yerra en exceso y actúa a destiempo. Lo cierto es que él, y muchos de sus correligionarios de Unidas Podemos, no poseen el don de la oportunidad; ese don adquirido que permite al político avezado hacer lo que procede, decir lo oportuno e incluso callar si conviene. Hay quien opina que hoy en día la izquierda de la izquierda, eminentemente urbanita y acadèmica, (la de la ‘esquinta’ en terminología Yolanda Díaz) se mueve con enunciados preñados de ideología, al tiempo que deviene incapaz de ofrecer soluciones a los problemas de la vida cotidiana. Así las cosas, temas sociales como la carestía de la vida, el precio del combustible, los alquileres, la seguridad ciudadana o la movilidad son terreno abonado para populismos de todo tipo; también, como ocurre en algunos países europeos, para el estallido de una ira social acumulada hija del confinamiento y las restricciones. Las movilizaciones de los chalecos amarillos, desbordando las lógicas de los sindicatos y los partidos clásicos, merecen ser estudiadas con atención. No propongo renuncias programáticas, tampoco silencios cobardes, pero el ciudadano desea que sus gobernantes le cuenten la verdad sin improvisar y cuando toca. ¡Faltaría más! Insisto en reclamar ese don de la oportunidad que algunos obvian instalados en sus atalayas ideológicas. Alberto Garzón ha alborotado el mundo rural con sus comentarios en la prensa británica en el preciso momento en que el campo ruge contra el alto precio del gasoil y el bajo precio de la leche y los productos en origen. No hace mucho una concejal de Barcelona, Janet Sanz, en plena crisis de la Nissan, arremetió contra la industria automovilística; otros/as lo hicieron contra los cruceros, el turismo... Manca finezza y don de la oportunidad en algunos gestores de lo público de este país. También sobra el oportunismo de los que, aprovechando la bisoñez de algunos gobernantes, se suman a la mofa y el descabello. Ahora pienso no solo en la ‘Santa Oposición’ si no, también, en los Page-Lambán que se apuntan a un bombardeo.

EL BUEN CONSEJO

 

LA CARTA DE MANUEL MILIÁN 

 En esta Cataluña que ha de soportar las barbaridades de las Gemma Geis y los Héctor López Bofill -marmolillos parlantes que satanizan a medios de comunicación o buscan sangre para martirologio- aun encontramos gente sensata, honesta y serena capaz de inducirnos a la reflexión. Les hablo de Don Manuel Milián Mestre, veterano periodista y exdiputado amigo de Manuel Fraga, que fue miembro de la dirección del Partido Popular durante más de una década. Una de esas personas de matriz conservadora que, desde la experiencia adquirida a lo largo de la vida, puede permitirse el lujo de llamar a las cosas por su nombre. Un individuo polifacético, capaz de tejer amistades a derecha e izquierda, y de escribir un libreto de ópera con Carles Santos. Un hombre culto y curtido en cien batallas que, desde su atalaya particular, puede permitirse el lujo de escribirle una carta rebosante de sabiduría a Pablo Casado. Manuel Milián Mestre no es un advenedizo, es uno de los fundadores del Partido Popular en Cataluña, y se considera a sí mismo históricamente legitimado para cantarle las verdades del barquero al actual lider del PP español. No comparto con él ideas políticas, más allá de la defensa de los valores democráticos, los derechos humanos y la pasión por los paisajes del Maestrazgo. Lo respeto porque con su bonhomia y actitud valiente se hace respetar. He tenido ocasión de leer la misiva cursada por Milián a Casado. De forma respetuosa y educada le expresa su preocupación por los mecanismos de seleccion de representantes públicos a las listas de parlamentarias y locales, por el ninguneo de que es objeto el partido en Cataluña, y del error de haber entronizado a Cayetana Álvarez de Toledo como cabeza de lista por Barcelona. Concluye el veterano político advirtiendo que otro desenfoque podría comportar ‘nuevos e irreversibles males’ camino de un punto final. No crean que el único objetivo de estas lineas es poner en evidencia el caos existente en la filas del PP catalán (a todas luces lo hay) o criticar la falta de oficio de los dirigentes de la calle Génova. No se trata de eso, si no de ir más allá de lo aparente. Sinceramente, tampoco me preocupa en exceso el apoyo electoral que puedan obtener los populares en Cataluña en unas próximas elecciones. No son un peligro para la izquierda, ni una solución ante los despropósitos del independentismo; no son casi nada a pesar del buen oficio de un diputado brillante como Alejandro Fernández. Lo que sí lamentaría es que VOX, aprovechando la debilidad en Cataluña de la derecha constitucionalista, pasara el rastrillo para engrosar su bolsa de votos. La pretensión última de estas lineas no es otra que la de poner en valor la experiencia de dirigentes, de todos los partidos, que solemos catalogar como ‘históricos’ y guardamos en los estantes. La carta de Manuel Milián a Pablo Casado es paradigmática; es una muestra de fidelidad a unos ideales pero, sobre todo, también de honestidad intelectual. El prestigioso poeta, escritor y pintor maronita libanés, Khalil Gibran, nos dejó escritas unas frases que deberían hacer reflexionar a más de un dirigente político, decían: Buscad el consejo de los ancianos, pues sus ojos han visto el rostro de los años y sus oídos escuchado las voces de la vida. No obstante sus consejos os desagraden.

SENY O....

 



EL MILAGRO DE LA PÚRPURA 



 Hay quien sostiene que un ejercicio responsable del poder hace a los políticos, que provienen del activismo, más pacientes y dialogantes, los aleja de planteamientos numantinos y les inocula flexibilidad ante la toma de decisiones. Algunos cambian más ellos mismos que la situación que pretendían cambiar. De ‘asaltar los cielos’ a gestionar el purgatorio, a veces, solo hay un paso. Que se lo pregunten sino a Pablo Iglesias o a Yolanda Díaz; o a Pisarello y Ada Colau, que de demonizar el Mobil World Congress ha pasado a un elocuente: ”Bienvenido Mr Hoffmann”. El peso de la púrpura acompaña a la humanidad desde los tiempos de la antigua Roma. Nada nuevo en la trastienda de la política de lo posible. ¿Recuerdan ustedes a los Verdes que hace unos años emergieron con fuerza en muchos países europeos? Pues bien, los herederos de aquellos ‘radicales’ de antaño, ahora comparten responsabilidades de gobierno en muchas instituciones. Es evidente que los ecologistas del siglo XXI no son como los de los años setenta; los de hoy - caso alemán sin ir más lejos- no tienen inconveniente en pactar indistintamente con las derechas o las izquierdas; prefieren la remodelación del sistema antes que su impugnación. Participar en la gobernación de un estado, una comunidad autónoma o un ayuntamiento exige grandes dosis de pragmatismo y sentido común. Quizás por ello es de agradecer que la alcaldesa de Barcelona y el presidente de Foment, Josep Sánchez Llibre, hayan acordado tratar los temas que les separan en comisiones bilaterales. Ambos saben que en cuestiones de urbanismo, turismo, vivienda, y movilidad las posiciones estan muy alejadas, y que va a resultar difícil llegar a acuerdos. Seguro que sí, pero tras la obertura de un diálogo franco siempre suele haber una mínima dosis de pragmatismo capaz de arrinconar rigideces ideológicas. Los concejales barceloneses Eloi Badia y Janet Sanz saben como se conjuga el verbo envainar cuando la ciudadanía da la espalda a la administración. Topamos de nuevo con el peso de la púrpura que obliga al mandatario de turno a adoptar medidas responsables aunque se le sean incómodas. Pienso ahora en Pere Aragonès. Un político que, amamantado en las ubres de la juventudes de ERC bajo la cantinela del ‘Espanya ens roba’, hoy da apoyo presupuestario al gobierno de Pedro Sánchez e intenta negociar un acuerdo político de envergadura para Cataluña. Sí, ya se que el presidente de la Generalitat, en competencia con el fugado de Waterloo, no desaprovecha la ocasión para recitar en público los mantras del secesionismo. También soy consciente de que fustiga a la monarquía en Navidades ante la tumba de Francesc Macià. ¿Y qué? Hace más de cien años que el nacionalismo catalán echa mano de liturgias, desfiles de antorchas, homenajes y performances. Lo relevante no es el espectáculo para los fieles sino el beneficio que podemos obtener los gentiles que pagamos impuestos y no alardeamos de banderas y religión. Tiene razón Salvador Illa cuando, desde la tribuna del Parlament, critica la debilidad, las contradicciones y la desorientación del ejecutivo que preside Pere Aragonès; creo que también acierta cuando da tiempo al tiempo para comprobar si el peso de la púrpura logra convertir a los predicadores del ‘expolio’ en políticos útiles y responsables. Habrá que aguardar el advenimiento del milagro de la púrpura.