El blog d'en Joan Ferran

21.11.24

PAISAJES MALTRATADOS

 




LOS 24 HORAS 



 Saltó la chispa y prendió la polémica. Un supermercado sin licencia, ni permiso de obras, se instaló el pasado verano en los bajos de la Casa Heribert Pons, un histórico edificio modernista de la Rambla Cataluña. El inmueble en cuestión forma parte del catálogo del patrimonio de la ciudad y está declarado bien cultural de interés local. El Ayuntamiento de Barcelona abrió expedientes sancionadores y ha dispuesto al respecto una orden de cierre del establecimiento. Perfecto. Pero, por desgracia, no estamos ante un desaguisado puntual sino ante una problema de fondo no resuelto. Los supermercados 24 horas están colonizando el centro de la ciudad, ocupan locales singulares e introducen una estética multicolor poco acorde con el entorno. Lejos de ser negocios de proximidad están creados de cara al turismo. Una muestra de lo que les comento la encontrarán contemplando la Casa de Cervantes ubicada en el Paseo de Colón número 2. Este antiguo y bello edificio que data del siglo XVI es ahora un museo dedicado a la vida y obra del autor de El Quijote. Cuentan los eruditos que Miguel de Cervantes llegó a Barcelona en 1580, después de un período de prisión en Sevilla. Se cree que durante su estancia en la ciudad vivió en esta casa. El museo también alberga exposiciones temporales relacionadas con la literatura y la historia. Pero ¡Ay! Como en otros puntos de la urbe, un cartel de letras blancas sobre fondo rojo desluce el conjunto, en la planta baja del inmueble hay un supermercado de conveniencia.

11.11.24

Otoño. Amancio Prada

3.11.24

SILENCIOS Y MIRADAS PERDIDAS EN EL AZUL

 

 CABEZAS  GACHAS

 







Como usuario del transporte público llego a la conclusión de que vivo en un reino donde abundan los cabezas gachas. En el vagón en el que viajo escasean los libros sostenidos por manos trémulas, se evitan las miradas furtivas y se está sin sonreír, no vaya a ser que alguien nos malinterprete. Observo que la atención de un número considerable de pasajeros se sumerge en la profundidad de un smartphone, de ese engendro tecnológico insustituible que nos conecta a mundos previamente seleccionados. Y así cada día y a cualquier hora, bien sea en el bus, metro, oficina, facultad o comunidad de vecinos. Doblamos tanto la cerviz de siete vertebras que fisioterapeutas, audiólogos y osteópatas tienen trabajo asegurado para décadas. Hace ya algún tiempo el Metro de Madrid difundió a través de Twitter un estremecedor vídeo en el que se podía observar cómo una mujer, con la mirada fija en una pantalla azul, acabó cayendo a las vías instantes antes de que el convoy llegara a la estación. Afortunadamente no pasó nada grave para su físico. En el plano mental y moral doblamos la cerviz por comodidad, para no mirar de frente las barbaridades de los señores de la guerra, de los políticos demagogos vendedores de humo. Créanme, de vez en cuando conviene levantar la mirada, no vaya a ser el caso que nos arrolle el tren de la indiferencia ante la injusticia. Una sociedad de cabezas gachas ensimismadas, deshumanizadas y manipuladas emocionalmente podría ser el prolegómeno de un infierno no deseado.

Tengo en el pecho una jaula