11.11.24
3.11.24
SILENCIOS Y MIRADAS PERDIDAS EN EL AZUL
CABEZAS GACHAS
18.10.24
SON DE ROSAS- EL TRIBUTO A LA OREJA DE VAN GOGH
13.10.24
SIN CITA PREVIA
8.10.24
OBSCURIDADES...
18.9.24
14.9.24
PUÑALADAS
ARMAS BLANCAS
9.9.24
MÁS TURISMO QUE NUNCA
30.7.24
28.7.24
La Mercè 2024. El cartell en moviment
19.7.24
SABER NEGOCIAR NO ES FÁCIL
18.7.24
TRISTE ANIVERSARIO
Los modismos son, según el diccionario de la RAE, una “expresión fija, privativa de una lengua, cuyo significado no se deduce de las palabras que la forman”. Pueden ser frases y dichos que emplean imágenes, historias o referencias culturales para explicar una idea. En este sentido confieso que me encanta la expresión ‘no hay color’. Es una frase que permite jugar con ella, que usamos coloquialmente para comparar una cosa con otra. Tanto es así que les diré, por ejemplo, que entre la seleccion española de futbol y otras no hay color. Y puestos a rizar el rizo, voy a sugerirles que obviemos el factor color de la piel tanto en los asuntos deportivos como en los de las relaciones humanas. No lo hace el eurodiputado italiano de la Liga, Roberto Vannacci, cuando disertando sobre las sociedades multiétnicas sostiene que la jugadora de voleibol, Paola Egonu, aunque posea la ciudadanía italiana, sus rasgos somáticos no representan la italianidad. Los de Matteo Salvini son los campeones de la xenofobia. Argumentos los suyos que casan perfectamente con las tesis de diputados de VOX cuando describen algunos barrios de nuestras ciudades como ‘estercoleros multiculturales’ en los que ha desaparecido la ‘españolidad’. Afortunadamente la selección española cada vez se parece más al verdadero paisaje demográfico del país y de Europa. Que nadie se confunda: los extremos del equipo español, Lamine Yamal y Nico Williams, imprimen solidez ofensiva a un equipo en el que prima la calidad y no la genealogía.
1.7.24
30.6.24
SOBRAN RACISTAS
21.6.24
A LAS BUSQUEDA DE CHIVO EXPIATORIO
ALGO PARA QUEMAR
En jerga política hoguera, purga y papelera son sinónimos. Hace un montón de siglos que los celtas, en el solsticio de verano, ya encendían hogueras para rogarle al Sol que no se ocultara. Con el tiempo aquella celebración pagana -como tantas otras- se convirtió en una tradición cristiana. Según la Biblia, San Zacarías, esposo de Santa Isabel (prima de la Virgen María y madre de San Juan Bautista) encendió una hoguera la noche del 23 al 24 de junio para anunciar el nacimiento de su hijo. No es una noche cualquiera, es la fiesta del fuego purificador que cierra una etapa y abre otra nueva. Es la noche mágica en que se corta con el pasado, se queman los malos hábitos y los trastos viejos. También es el momento de la verbena, palabra que da nombre a una flor de color rosa pálido que se empleaba para lucir en la solapa los días de baile. En la época victoriana, se creía que estas flores podían curar heridas emocionales. En estos tiempos de solsticio, de cambio político y de estación, más de un partido deberá optar entre mandar a sus líderes vencidos a la hoguera o bien acogerse a las virtudes terapéuticas de la verbena. Algunos cuadros, con intención de perpetuarse, versionan a conveniencia el ‘Per Sant Joan’ de Serrat, sobre todo la estrofa que reza: ‘Doneu-me un tros de fusta per cremar o la prendré d’on pugui com ahir’. Esos son los que instan a quemar madera vieja, a buscar chivos expiatorios entre los liderazgos derrotados sin valorar los servicios prestados. Injusto y triste.