LECCIONES DE HEMEROTECA
Hace unas semanas transcribí en este blog un interesante artículo publicado allá por el año 1933 en ‘El Diluvio’. En él el autor intentaba reflejar, y poner de manifiesto, la afinidad existente entre algunos aspectos del federalismo pimargalliano y el marxismo en su variante socialista democrática. Hoy he vuelto a localizar un nuevo texto de Juan Casas Cartañá en este diario republicano de apasionante relectura. Su contenido me ha parecido sugerente, fresco y actual. Lo reproduzco con mucha intención y con un algo de señal de aviso y reflexión para navegantes e intrigantes. Ya sabéis cual era la opinión del abuelo Karl Marx respecto a las repeticiones grotescas de la historia. Alguien acuñó la famosa, y repetida, frase que reza: “nada nuevo bajo el sol”… Pues bien, estas líneas que vienen a continuación conocieron la luz en las páginas de ‘El Diluvio’ –un caluroso 18 de julio de 1933- tras la celebración de un congreso de unificación de los socialistas catalanes. Al repasarlas uno puede llegar a la conclusión de que el tiempo en nuestro país, en éste y otros temas, vive aletargado, que los discursos, las formas e incluso la mezquindad habita en el bucle del sueño de la marmota. Pero danzad y leed benditos… Si os apetece, claro.
CONCILIACIÓN
No obstante no haber sido nunca socialista militante, he visto con gran satisfacción la fusión que acaban de realizar las dos ramas del socialismo catalán. Nada hay más bonito que la unión entre hermanos y, además, es la mejor manera de defender los intereses de la familia.
Jamás he sabido explicarme el por qué entre partidarios de una misma ideología ha de haber discrepancias de procedimiento. Se comprende que para un mismo objetivo pueda haber varias tácticas buenas; pero, entre todas ellas, alguna será la mejor. En toda organización democrática lo procedente es poner a discusión las diferentes opiniones que manifiesten sus componentes, luego de discutidas se pasa a votación y la que sale triunfante es la que habrá de prevalecer. Esto es lo procedente en toda organización democrática, ya que la fuerza de ésta es precisamente la suma de voluntades individuales. Lo que no procede hacer es producir escisiones y formar grupos distintos, porque esto debilita las fuerzas propias ante el adversario.
En el caso que motiva este comentario la culpa estaba en el criterio mantenido hasta ahora por los dirigentes de los dos grupos. Los de la Unió socialista de Catalunya querían dar a su socialismo un carácter nacionalista y esto no puede ser, porque socialismo y nacionalismo son dos principios opuestos; si prepondera la nacionalidad, evidentemente es en perjuicio del sentido universalista que proclama el socialismo. También el PSOE había mantenido hasta ahora un criterio unitarista y no admitía sentidos federalistas ni autonomistas, cosa totalmente opuesta a las realidades étnicas del suelo español, especialmente en cuanto a Catalunya.
Por dos motivos es mucho de celebrar la unificación de ambos grupos del socialismo catalán, uno porque en los de la Unió Socialista no prevalecerán las doctrinas nacionalistas, las cuales son una amenaza continua para la paz del mundo, y otro porque es una prueba más de que el socialismo español, como ya lo hicieron el comunismo y el socialismo internacionales, acepta las variedades ´étnicas que contiene el mundo y también nuestra República y admite en sus tácticas y principios el sentido federalista, cosa altamente plausible para cuantos venimos defendiendo las grandes ventajas del sistema político preconizado por don Francisco Pi Margall.
Conciliar opiniones es lo mejor que puede hacer el hombre y más aún los partidos democráticos, porque esto les ha de dar una gran fuerza para vencer toda clase de autocracias, que aún son muchas las que en el mundo quedan por vencer. En toda familia jamás son buenas las discordias y las animadversiones. Mal se puede ganar una batalla con elementos que entre sí sientan desconfianza y recelos; precisamente la mejor moral de una fuerza de combate es una gran fe en la causa que se defiende y una gran confianza en el mando. Con estas dos circunstancias por delante la fuerza se multiplica mil veces por que el esfuerzo de cada uno se funde en el esfuerzo de todos y de esta manera se produce una fuerza compacta y arrolladora.
Esto no lo saben ver hombres de otros partidos, los cuales se entretienen en formar camarillas dentro de los mismos o a crear grupos disidentes, produciendo escisiones que merman las posibilidades de triunfo de los propios ideales. No es buen demócrata todo aquél que por no hacer prevalecer su opinión en el seno del partido -a veces por anteponer sus ambiciones personales a los ideales que dice defender- fragmenta sus fuerzas con la discordia y levanta bandera aparte….
J.Casas Cartaña… Barcelona julio 1933
Glosario Ideológico